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Levi Street / Vladimir Levi. El Arte De Ser Uno Mismo / Capítulo 5. UN DIABLO AL CUAL YO CONOZCO

 

Capítulo 5. UN DIABLO AL CUAL YO CONOZCO


Vencer la ira es mucho más difícil para aquel que todavía no sospecha que tiene ese defecto, pero más fácil para quien haya advertido que en él existe, pues ya sabe contra qué debe actuar, quién es su verdadero enemigo; ya siente que en todos los hechos y situaciones irritantes su acción debe estar enfilada en lo fundamental no contra esos hechos y circunstancias, sino contra su propia ira... entonces triunfará sobre ella indefectiblemente y las circunstancias y los hechos que la producen desaparecerán después por sí solos.

N.V. Gógol



UN DIABLO AL CUAL YO CONOZCO
(Qué cosa es el AE)


Otras aclaraciones que haremos sobre la técnica general de la autosugestión. El autoentrenamiento es el control consciente de lo inconsciente. Un sobrio autoanálisis y un planteamiento claro de los problemas internos son condiciones del éxito. El Controlador Interno es la Libertad Interna. El retomo a la autointuición.



Para los que piensan seguir leyendo

El autor tuvo el presentimiento de que este libro sería leído por dos categorías extremas de lectores. A una de ellas no le gusta elegir; exige precisión, sistematización, consecuencia y carácter concreto, es decir: qué, para qué y cómo. A la otra no le agradan las instrucciones ni las orientaciones, es sensible a las trivialidades y busca alimento para el intelecto y las emociones estéticas.
Entre estos últimos habrá, posiblemente, quienes aprueben la idea del AE, pero sin embargo, no se decidirán a ejercitarlo. Los motivos pueden ser diversos. Uno de ellos es la resistencia interna a lo obligatorio, propia de casi todas las personas. En efecto, son tantas las obligaciones que tenemos...
Yo no quisiera separarme de nadie. Por supuesto, el AE sólo puede proporcionar lo que se tome del mismo; pero en este libro no se deja de mencionar que cada uno de nosotros, no importa si lo desea o no, de una forma u otra practica la autosugestión y ejercita consigo mismo cierto autoentrenamiento individual con frecuencia sin notarlo.
Si al terminar de leer este libro esta tarea se hace más fácil, si se hace al menos más comprensible en cierta medida cómo aprender de sí mismo, consideraré cumplido mi cometido.

¿Y Ud.?

Ante Ud. hay cinco autovaloraciones típicas. Aunque en este caso no existe una objetividad rigurosa, pruebe usted a incluirse en una de esas categorías.
1. “Vida sin esperanza, sin alegría”.
Mi estado es siempre penoso, atormentado y catastrófico, no soy en absoluto así como debe ser una persona cabal y saludable; no me controlo en lo más mínimo: es mi estado el que me gobierna.
2.“Raros resplandores”.
La mayoría de las veces me siento y comporto no como yo quisiera; sólo a veces hay momentos en que me siento completamente dueño de mí mismo y experimento una armonía interior, así como armonía entre el mundo y yo.
Pero estos instantes son raros y yo quisiera hacerlos permanentes.
3.“Con éxitos alternos”.
No puedo decir que esté contento conmigo mismo, pero, tampoco quiero lamentarme. Todo puede ocurrir: períodos depresivos, pérdida del estado de ánimo, del vigor y del autocontrol a veces aparecen naturalmente por sí solos, pero lo más frecuente es que se produzcan bajo el influjo de causas bastante comprensibles. Pero, en líneas generales, si yo lo deseo, casi siempre puedo dominarme. No siempre lo deseo.
4.“En orden”.
En el fondo, no puedo quejarme. Sólo en determinados momentos —una fuerte fatiga o sobrecarga— siento que se hace más difícil mantener el control de mi estado. En esos momentos tomo mis medidas y me normalizo con facilidad. 
5.“Resplandor total".
Controlo el estado de mi cuerpo y de mi psiquis constante e ininterrumpidamente, no existen momentos en que ellos no me obedezcan. A cada instante soy por completo dueño de mis actos, independientemente de las condiciones exteriores. Según mi parecer, me propongo adoptar determinados estados de acuerdo con mis programas y los consigo sin dificultad. Puedo trabajar al 100% de mi capacidad cuando ello es necesario y, cuando es posible, disfruto del descanso, la tranquilidad y las distracciones. A mi todo me sale bien siempre.
Las calificaciones pueden abarcar períodos largos y cortos: es posible que, por ejemplo, en un día se logre el “suspenso” y en cinco minutos el “sobresaliente”. Lo decisivo, al parecer, es la suma de calificaciones, su predominio. Los que hayan obtenido suspenso de calificación total necesitan asistencia médica. Para los que tienen “raros resplandores” les resulta también muy conveniente: por lo menos, necesitan de vez en cuando tener un contacto personal con un psicoterapeuta. Tanto los “suspensos” como los “regulares” necesitan, indudablemente, del AE y para aquellos que están “en orden” e incluso para los que se califican como “resplandor total” tiene sentido dominar el AE desde el punto de vista profiláctico.

Origen del AE

“Aún antes de que comience a oirse el sonido de Su voz, aún cuando sólo la escucho mentalmente o aparece Ud. en mi imaginación, cuando nada, absolutamente nada sucede, ya yo siento que se establece un contacto. Me es tan fácil conseguirlo todo fiándome de esta sensación tan importante y saber que Ud. existe. Pero me parece que en todo este desempeño un papel que si no es fundamental no deja de ser menos importante; todo lo que Ud. da se hace mío y está a mi disposición, y me parece que sobre esa misma base puedo crearme yo mismo, puedo inventar mis estados...”

Del diario de un paciente



En los años 20—30 de nuestro siglo, el psicoterapeuta alemán doctor Shultz se dedicaba a la hipnosis, les inculcaba a sus pacientes la idea de un estado de calma, relajamiento y sueño parcial o total hasta que se dio cuenta que ellos mismos podían autosugerirse esos estados. Mientras más rápido lo lograban, tanto mejor marchaba la curación, disminuía y desaparecía la dependencia del médico y aparecía la confianza en sus propias fuerzas. Estimulado por este éxito obtenido por algunas personas, Shutz comenzó a enseñar a todos sus pacientes métodos de concentración y  autosugestión y creó ejercicios para la curación de las neurosis que recibieron el nombre de “entrenamiento autógeno” o autoentrenamiento. “Vía de entrenamiento hacia la autohipnosis” es la denominación que Shultz les dio a estos ejercicios, aunque hasta el presente diferentes médicos y psicólogos entienden por “autohipnosis” distintas cosas.
Los méritos del doctor Shultz son grandes, pero este es un campo donde es difícil hablar de prioridad. El sucesivo relajamiento de Jacobson, los métodos de autosugestión de Cue, Asturel, los métodos de nuestro célebre compatriota Béjterev y otros: todo esto se parece en muchos aspectos.
Los métodos de autosugestión pasan de unos campos a otros, cambian su dirección pero no su esencia. Antes estaban unidos a la magia y la religión y ahora se acercan cada vez más a los aspectos particulares y utilitarios de la vida...
Es evidente que hay verdades que necesitan ser redescubiertas constantemente. Cada época les confiere su propia resonancia.
El AE ha hecho su entrada en el mundo. El principio de independencia se sustenta de muchas formas: algunos médicos al acercar de nuevo el AE a la hipnosis, organizan una enseñanza a base de la fuerte dependencia del preceptor, es decir, mediante la hipnosis se llega al autoentrenamiento. Otros tratan de hallar métodos que puedan ser aplicados de manera independiente y que estén al alcance de todos, o sea hacer del AE una cultura psíquica general (a estos últimos pertenece el autor de estas líneas).
De una y otra forma el AE hace tiempo que ha rebasado el marco de la medicina, personas completamente sanas — deportistas, por ejemplo,— aplican una variedad del mismo denominada “entrenamiento psicorregulador”. Algunas variantes se aplican en la pedagogía, en el trabajo con adolescentes, en el estudio de lenguas extranjeras y así sucesivamente. La cuestión se encamina hacia la creación de una multitud de variantes.

Es una simple costumbre

Muchas personas no pueden controlarse por la sencilla razón de que no se dan cuenta con suficiente claridad de qué es lo que les ocurre. Se dejan “arrastrar” y no tratan de darse por enterado de la situación.
Por otra parte, sólo un autoanálisis, una definición de nuestro estado en un momento determinado hacen un enorme bien. Esto no es solamente un “diagnóstico”, sino el comienzo de la superación. Si miramos la faz de nuestro estado fijamente y sin temor, éste, en la mayoría de los casos, no resistirá esta mirada...
Sin duda que la tarea no consiste en entregarse a la autocontemplación: ésta sólo es necesaria durante un tiempo. Esto es igual que evaluar la posición en una partida de ajedrez, en la cual deben analizarse las variantes y la próxima jugada. El trabajo con vistas a la puesta del orden interno debe ocupar, a fin de cuentas, un mínimo de tiempo.
He aquí un ejemplo de precisión en el planteamiento de los problemas internos.

“Mis enemigos internos son los siguientes:
1. Indolencia, pereza, inercia, dificultad para dar inicio a una actividad
y pasar a otra; resistencia constante a lo necesario', siempre busco y hallo
motivo para el aplazamiento.
2. Inseguridad en mis relaciones, temor a la torpeza, al absurdo, a las burlas y reprobaciones, y de ahí, falta de decisión y excesiva brusquedad.
3. Constante “machaqueo” interno de todo lo malo, inquietud, cierta vaga
preocupación, debido a esto resulta difícil quedarme dormido.
Esto aún no es todo, pero es probable que sea lo fundamental en este momento.
Pero veamos el “proyecto del yo” que quisiera realizar cuanto antes con ayuda del autoentrenamiento:

1. En el trabajo, los reflejos: “hace falta — lo hago”, “terminé— desconecté”, ánimo, facilidad, precisión.
2. En las relaciones sociales: seguridad natural, serena benevolencia.
3. A solas consigo mismo: optimismo, buena disposición de ánimo.

B.G., colaborador científico”.



La definición exacta de los “enemigos internos” y la confección del “proyecto del yo”, ya es un gran logro. Para aquellos que no desean vivir una simple vida animalvegetativa, esta operación, por lo visto, debe repetirse de tiempo en tiempo a diferentes escalas: desde un instante —ahora y aquí— hasta la revisión de la vida completa (hacer una confesión a otra persona es fundamentalmente un medio de hacernos la confesión a nosotros mismos). En efecto, para algunas personas este tipo de autoexamen se convierte en una distracción individual a la que se le dedica enorme cantidad de tiempo pero sin movimiento, mas en este caso no se puede indicar una medida.

¿Cuándo se puede comenzar?

La capacidad para la autoobservación concentrada en una persona corriente se desarrolla aproximadamente hacia los 12 años, con un margen mayor o menor de dos años. Esta es la edad aproximada en que se puede practicar el AE. Para  plantearse tareas internas conscientes (estar sereno, superar la pereza, etc.) se necesita cierta objetividad y espíritu crítico consigo mismo.
Por supuesto, no es posible establecer un riguroso límite de edades: en algunos adultos adaptados a la vida el mínimo intelectual necesario para el autoanálisis no se alcanza. Otros son demasiado vagos en sus motivaciones y extremadamente dependientes. A estas personas les ayudan más las formas de ocupación colectivas.

¿Quién puede y quién no puede practicar?

“Ante todo no causar daño”. El AE se ajusta por entero a este primer precepto de la medicina. En toda mi profesión no he observado ni un solo caso de complicación relacionado con el AE. Es cierto que en el contexto del AE ha tenido lugar el empeoramiento de algunos pacientes, pero el mismo AE no ha sido culpable de ello. No es posible practicar el AE solamente en el contexto de enfermedades que tienen un desarrollo marcado—vasculares, infecciosas y psíquicas—: en ese momento no se puede predecir el efecto de toda oscilación complementaria que tiene lugar en determinado estado. Pero entonces, por lo general, no es el momento para el AE. Este puede ser incorporado más adelante, cuando el estado esté suficientemente definido.
Si Ud. es prácticamente sano en todos los sentidos, pero sólo sufre, por ejemplo, de una excesiva timidez, puede practicar el AE sin necesidad de la consulta previa de un médico. Este tipo de consulta es deseable si Ud. tiene desajustes en el sistema cardiovascular, la contraído una enfermedad psiconeurológica o padece de tartamudez. No está excluido que el médico no le dé a Ud. una respuesta positiva o negativa. En este caso Ud. es libre de decidir por sí mismo, la ayuda que podemos darnos a nosotros mismos no excluye cualquier otro tipo de ayuda. La práctica del AE de ningún modo entorpece el efecto de los medicamentos y procedimientos fisioterapéuticos. Por lo contrario, una cosa ayuda a la otra, ya que en todos los tipos de curaciones está presente la autosugestión.

El temor a que no salga bien.
Regla de la autoexperimentación


Si existe el deseo de cambiar seriamente en algo, el autoexperimento es inevitable como quiera que se haya concebido el AE. Para cada cual que lo practique es térra incógnita (tierra desconocida).
Ud. busca su óptimo, sus posibilidades ocultas. En esta búsqueda tendrá inevitablemente que colocarse en nuevas condiciones, realizar acciones inusuales y alejarse de ciertas costumbres. A ciertas personas desconfiadas esta necesidad causa inquietud desde el primer momento. Y de repente cualquiera sabe lo que puede ocurrir... no sería preferible dejar las cosas como están: el diablo que yo conozco es mejor que el diablo desconocido. La abundancia de lo desconocido y lo indeterminado, la necesidad de autoanalizarse y, sobre todo, de decidir por sí mismo cómo actuar en el futuro puede causar en las personas propensas a la inseguridad y a la tensión un estado de tensión aún mayor. Constantemente experimentan el temor de que cualquier cosa que hagan no la hacen como es debido, a algunas de estas personas les es imposible prescindir del apoyo que les brinda la sugestión desde afuera; además, esta tensión asociada al temor de no comprender las exigencias del médico o resultar “no sugestionable” se presenta con frecuencia en las sesiones de sugestión.
A veces una fuerte inquietud interna hace que rechacemos los ejercicios de autosugestión, pero si a pesar de esto se logra no temerla, casi siempre se arreglan las cosas. A veces también hay que detener a los autoexperimentadores demasiado celosos. Más tarde les ayuda ya el mismo AE, ya que éste es un medio que crea el sentido de la medida.
A veces es útil recordar que toda nuestra vida habitual también no es más que un experimento, una sola cosa de la masa de lo posible, pero inconscientemente consideramos esto como algo que por sí solo se sobrentiende. Toda prescripción médica también es un experimento, puesto que su efecto no es predecible en el 100%. Nuestra naturaleza constantemente busca y experimenta ella misma y no está mal que la ayudemos.

Todo marchará a la perfección si Ud. actúa metódica y consecuentemente, intensificando de manera gradual las exigencias para consigo mismo.

Mediante pruebas cuidadosas comience nuevas medidas y ejercicios. Los pequeños síntomas negativos no deben desconcentrarle al principio, esto es simplemente una manifestación de la inercia. Escúchese a sí mismo atenta y confiadamente y Ud. logrará todo lo que desea.

Ud. sabe de sí mismo más de lo que piensa

Hay voces que resuenan desde las mismas profundidades de nuestro ser. Son las quejas y las proposiciones del organismo, los ruegos y las órdenes del cerebro mismo. A veces se oyen tan alto que no nos queda más remedio que obedecernos de inmediato, pero la mayoría de las veces son sordas e incomprensibles.
En cada uno de nosotros existe la autointuición natural. Mas sólo los niños la conservan hasta cierto tiempo en forma pura, mientras todavía están más cerca de sus bestiales antepasados que de sus padres. En forma pura, pero inconsciente y por la misma razón impotente... El embarazo y algunas enfermedades agudizan la autointuición. A su vez la persona que se va haciendo adulta, al someterse a las exigencias externas oye con mayor dificultad las voces internas. Esta persona come cuando no quiere y no duerme cuando lo desea, su movilidad es frenada desde la misma infancia, cuando al principio lo oprimen con pañales y después no dejan de asediarlo: “no des vueltas”, “deja de moverte”, “siéntate con tranquilidad”... Se le olvida correr, saltar, trepar y gatear y al poco tiempo deja de ser un politlonista natural; tapa los postigos y en lugar de aire respira los desechos de su organismo, aunque todas sus células exigen la afluencia de iones frescos y de oxígeno. Un gran número de reflejos condicionados ambiguos confunden por completo sus deseos y aparece una nebulosa multitud de seudodeseos y seudonecesidades que ahogan las verdaderas. El primer cigarrillo y la primera copa de licor son detestables, casi todo lo dañino o superfluo se hace notar con sensaciones desagradables aunque ligeramente perceptibles, pero esclavo de la civilización forzándose heroicamente a sí mismo logra que su organismo al parecer dé su consentimiento a todo. Hasta un momento determinado...
El mal consistiría en que la autointuición se ahogara en nosotros por completo. Por suerte, en los momentos de serios peligros ésta se despierta en la mayoría de los casos y no resulta tan fácil someternos por la fuerza definitivamente. Pero esto se refiere, en lo fundamental, a las bruscas y momentáneas alteraciones del equilibrio interno. Las más peligrosas son las pequeñas, ya desagradables pero aún tolerables desviaciones. Sólo algunas personas dentro de una perversión cotidiana de la civilización se las ingenian de cierta forma para atenerse a lo natural con facilidad y serenidad. Estas personas son moderadas, vivaces, flexibles en su régimen; no se permiten excesos ni razonamientos especiales, siempre saben y hacen lo que verdaderamente necesitan. Son una especie de talentos de la autoconservación y al parecer constituyen el esqueleto más saludable y longevo de la humanidad.
Es posible que dentro de poco los datos de la ciencia y la sabiduría instintiva-intuitiva del organismo confluyan en un todo único: en el arte y la ciencia de vivir correctamente, es decir, la ortobiosis con que soñó Méchnikov.
Una atenta y serena autoobservación ayuda a restablecer por lo menos una parte de la autointuición ahogada y atender de nuevo a su verdadera naturaleza; se puede ser exigente y atento consigo mismo sin manifestar celo excesivo, se puede confiar en su propio estado de ánimo como en un amigo; escucharse a sí mismo como a un sabio preceptor, pero no como a un manual de medicina que divulga todo género de enfermedades.

Sobre los límites de lo posible

Al ser humano, según todas las apariencias, no le va peor si sabe que sus alegrías y deleites dependen de los impulsos emitidos por ciertas partes del cerebro. Incluso cuando ya tiene certeza absoluta, no le van mejor las cosas por el conocimiento que tiene de que su dolor o pésimo humor constituyen el resultado de la actividad de pequeñas células “infernales”...
Pero de todas maneras es muy importante saber esto.
Cuando comenzamos a comprender con claridad que dentro de nosotros existen mecanismos que producen estados de ánimo paradisíacos e infernales, actividad o pereza, soñolencia o insomnio, que son precisamente estos mecanismos los que colorean con tonos radiantes o sombríos nuestro cuadro del mundo, incluyéndonos a nosotros mismos; si nos hemos dado cuenta profundamente que el estado de ellos es nuestro estado, con mayor razón adquirimos la base para un sobrio espíritu autocrítico. Yo sé con seguridad que mi humor y estado de ánimo en todo momento no son un simple reflejo de los influjos externos, sino una función independiente con sus ciclos internos y con su ritmo complejo y yo adquiero la posibilidad de predecir la base más interna de mi propio “yo”.
Por ejemplo, se puede prever cuándo deben llegar los “días negros” (en las mujeres con frecuencia esto se asocia al ciclo menstrual) y prepararse con tiempo. Durante el tiempo que dure dicho estado es importante recordar su propia “preparación negativa”, desconfiar de sí mismo y proteger a los demás de sí mismo. Es mucho más fácil soportar un “humor negro” cuando se sabe que delante veremos de nuevo la luz. ¡Y ésta siempre se encuentra delante!
En estos casos tiene importancia especial la autosugestión anticipada.
Los influjos del AE pueden atajar, en lo primordial, los estados negativos e insoportables en sus comienzos: el AE puede cortarles el paso con facilidad, pero rara vez, eliminarlos cuando están en su apogeo.

¡Sin embargo, si Ud. domina bien el AE no habrá apogeo, ya que el AE, aparte de otras cosas, desarrolla también la capacidad de autoprevisión!

Cinco principios para iniciantes

Primer principio:  el   p r o b l e m a    i n t e r n o.[/u]
Lo subrayo una vez más: ¡en esto reside la mitad del éxito! Antes de comenzar el curso, estratégicamente, y antes de cada actividad, tácticamente, trate una y otra vez, con la mayor precisión posible, de definir en sí mismo, lo que hace falta eliminar y, ¡sobre todo! lo que usted desea lograr.

Segundo principio:  f a n a t i s m o   d o s i f i c a d o .
No practique el autoanálisis durante sus ejercicios de autosugestión, hágalo solamente antes y después. Lo único que Ud. necesita durante sus actividades es una fe creciente en que ha de llegar el estado necesario. Se trata de una fe “a priori”, fanática y ciega para ese momento, un estado de autosugestión en desarrollo. Poco a poco Ud. aprenderá a adaptarlo con facilidad y rapidez.
Por supuesto, no es posible eliminar por completo el reflejo de nuestro estado en la conciencia y además, no es necesario. En los primeros momentos del AE muchas veces se va desarrollando un autoanálisis espontáneo que no se debe combatir deliberadamente ya que sólo desaparecerá en cuanto Ud. se acostumbre más o menos a practicar el AE. De igual modo, al desarrollarse la capacidad de concentración desaparecerán por sí solas las ideas y pensamientos extraños y disociativos. En sentido general, no está dentro de las reglas del AE el combatir algo, aplastarlo, extirparlo,  etc. Cuando Ud. aprenda a tener confianza, todo lo que está de más o sirva de estorbo se alejará por sí solo.

Tercer principio:  n o   t e n g a    m i e d o   d e    sí   m i s m o  .
Al principio es habitual que todos experimentemos cierto grado de inseguridad inquietante. Pero tarde o temprano aparece la sensación opuesta de una profunda, firme e inteligente serenidad.

Cuarto principio:  ¡ t ó m e s e   s u    t i e m p o ![/u]
Durante cierto tiempo —es difícil precisar cuanto— apliqúese Ud. mismo una política hábil planteándose tareas difíciles sin exigir de sí  n i n g ú n   é x i t o , ni esperar ningún tipo de cambio. En ningún momento se haga Ud. reproches ni se reprenda a sí mismo. La ausencia de resultado perceptible no significa que éstos no existan en general: lo que sucede es que se están abriendo paso hacia la subconsciencia. Siempre vale la pena recordar que entre los procesos conscientes y la subconsciencia existe normalmente una falta de coincidencia en el tiempo: la subconsciencia coloca a la conciencia ante el hecho consumado, o por el contrario, la “parte inferior” subconsciente con todo su viejo y voluminoso mecanismo biológico no acude a tiempo a las momentáneas e impacientes demandas de la “parte superior”. La “parte inferior” es inerte desde tiempos inmemorables y adopta con dificultad un nuevo ritmo; cuesta trabajo hacer que se incorpore a algo, pero cuando se suelta es difícil detenerla. Tiempo, tiempo, y una espera paciente: he aquí lo que necesita en demasía para que puede demostrarse de la mejor forma.

Nunca se apene si su autosugestión no se realiza de inmediato. Tenga en cuenta que ni una sola autosugestión se pierde en vano. En cada oportunidad la subconsciencia “se abre paso” con más rapidez y facilidad, aunque siempre son posibles desviaciones impredecibles. Lo que importa es la tendencia general, el resultado global de muchos intentos. Así pues, considere útil el hecho de que Ud. ya está practicando el AE aunque aparentemente con resultados nulos.

Desde los primeros momentos en que el autocontrol es aún insuficiente y el nivel de inquietud es bastante alto, trate de organizar los ejercicios de forma tal que no se piense en el tiempo. Sería bueno, por ejemplo, que el que tuviera dos horas libres y de ellas dedicara 40 minutos al AE, y el resto del tiempo a pasear. Mientras se encuentre Ud. aprendiendo el AE no debe temer de ningún modo llegar tarde a algún lugar (una vez dominado el AE ya Ud. no temerá nada si no lo desea). Plantéese un mínimo de tarea por unidad de tiempo, pero no trate de hacer mucho en el tiempo asignado, ya que nadie le pide cuentas por su plan.
El tiempo dedicado al AE solamente le pertenece a Ud, y a su tranquilidad.

Quinto principio:  t o d o    s e   e n c u e n t r a   e n   U d.    m i s m o.
Tenga en cuenta que los estados que Ud. logra con la ayuda del AE ya los conoce en lo fundamental: éstos surgieron en Ud. involuntariamente en unos u otros momentos de la vida, pero es probable que se olvidó de ello ya que eran inestables, efímeros y sobre todo, no despertaba su interés. Al practicar el AE Ud. no aporta nada extraño a sí mismo, lo único que hace es sacar lo que se encuentra en su interior,
fortaleciéndolo y desarrollándolo mejor.

¿Qué aspecto tiene?


Una persona que hace ejercicios físicos enseguida llama la atención. El que practica el AE exteriormente da la impresión de que está descansando o adoptado a una postura de meditación: está acostado o sentado con los ojos cerrados o abiertos, a veces mueve los labios sin ruidos o hace movimientos apenas perceptibles...
Ud. puede incluso no darse cuenta en absoluto de nada: una persona puede estar charlando gentilmente, leyendo o incluso corriendo y sin embargo practica el AE en esos mismos momentos. En efecto, tales cosas sólo puede permitírselas quien haya adquirido el dominio del AE, pues le resultan del modo más natural.
En general, no constituye un problema  e n c o n t r a r   u n   l u g a r  donde se pueda realizar el AE. Al principio lo más recomendable es un rincón aislado de la casa, por ejemplo, una habitación tranquila, un sillón cómodo, un diván ... pero de no contar con esto comience la práctica en cualquier situación. Esto es más difícil pero proporciona mayores resultados ya que los hábitos prácticos se necesitan que no estén encerrados en una campana de cristal. El que comience los ejercicios en un cómodo aislamiento de todos modos tendrá que trasladarlos al ajetreo cotidiano.
 L a    h o r a   d e   e f e c t u a r   l o s   e n t r e n a m i e n t o s  siempre debe ajustarse al tiempo de que dispone cada cual. En general, se recomienda la segunda mitad del día: en casa, después del trabajo para eliminar la tensión... pero se puede practicar por la mañana y en pleno día, o también en los recesos laborales.
Recuerde: el resultado del AE (sobre todo cuando se trata de un profundo relajamiento) depende, entre otras cosas, de cuál momento del día Ud. lo practique. Esto está determinado por su ritmo diario individual y no sólo depende del estado situacional en un momento determinado (en una situación de languidez el AE puede insuflar actividad, en una situación de excitación y agitación, un estado de calma equilibrado), sino también de la oculta tendencia de un futuro inmediato. Si, por ejemplo, de acuerdo con su ritmo debe sobrevenir un estado de somnolencia al cabo de una hora, el AE puede acelerar este momento, pero también puede retrasarlo. Póngase a prueba Ud. mismo. Tome nota de lo que ocurre y encontrará que el momento óptimo para sus ejercicios está comprometido con las posibilidades externas. En ciertos estados (irritabilidad o tirantez en horas tempranas) es preferible ejercitar el AE en la primera mitad del día. Asimismo, se obtienen buenos resultados antes y después de una actividad física intensiva (incluyendo el deporte). El AE no debe practicarse en una situación de hambre intensa ni inmediatamente después de una comida abundante. Es lógico que las necesidades opuestas al comer y
al beber deben ser satisfechas.
E l   m o m e n t o   i d e a l   e s    e l    q u e   s i g u e  después del sueño nocturno y antes de dormirse. La entrada y la salida del reino de Morfeo son los momentos de autohipnosis favorables para la autosugestión en general. Esto se puede aprovechar independientemente de los entrenamientos diurnos. Los autoentrenamientos anteriores y posteriores al sueño ayudan tanto a la reorganización estratégica a largo plazo de la pisques, como a las necesidades corrientes del autocontrol.

Duración del curso del AE

Se calcula en las variantes facultativas en plazos de 4—5 a 12 y hasta 30 semanas. Como puede Ud. ver el margen es bastante amplio; es natural, todo depende de la cantidad de problemas planteados y de las individualidades. Algunas personas “con dotes autógenas” logran todos los resultados con sorprendente rapidez, mientras otras avanzan con lentitud. ¡Sin embargo, la rapidez con que se avanza no es equivalente al provecho que pueda sacarse de los ejercicios! El curso que aquí se propone está calculado para 15 semanas,  aproximadamente, pero los que practican el AE no deben fijarse plazos rígidos. Lo único que se necesita es regularidad.

Entonces, no ha hecho la prueba.

¡Yo soy el Consumidor Impaciente! ¡Necesito milagros rápidos con mínimo gasto de energía! Mi credo es éste: aprender un idioma en una tarde y convertirme en maestro del deporte al primer intento. Afirmo con toda responsabilidad que el entrenamiento autógeno es mera tontería. Ayer, cuando conversaba con mi mujer, traté de relajarme, ¡pero no obtuve ningún resultado!..

¿Cuánto tiempo es necesario dedicar a un solo ejercicio?

En algunos casos (neurosis graves, por ejemplo) se recomiendan largos entrenamientos con duración de 3 horas. Estos entrenamientos prolongados pueden ser útiles, ya que nos ayudan a liberarnos de fastidiosos estados (inquietud o abatimiento) o a sentirnos predispuestos para algo muy importante. Pero es imposible practicarlo en masa pues, ¿de dónde tomar tanto tiempo?
Prácticamente, para dominar el curso que aquí se propone, sólo basta que Ud. le dedique al AE a lo sumo unos 30 minutos al día, por ejemplo, 5 minutos por la mañana, 20 durante el día (10+10) y 5 minutos antes de acostarse. No importa tanto la cantidad de tiempo como la calidad: aunque sean 5 minutos al día, pero con el máximo de aprovechamiento.

La entonación personal

— Doctor, ¿y qué palabras tengo que decir para que no me duela la cabeza?
Si la persona cree de esta forma que las palabras en realidad pueden ayudarle... Pero, por suerte o por desgracia, cada vez es menor el número de personas que tienen esa fe en la fuerza mágica de las palabras. Para el que cree ingenuamente en las palabras, la cuestión se resuelve sin dificultad: sólo hace falta suministrarle palabras, no importa cuáles sean éstas con tal de que infundan autoridad, ¡y la cosa está hecha! Para aquellos que han alcanzado el nivel del empleo consciente de las palabras, el problema se complica.
La autosugestión del AE puede formularse verbalmente y extraverbalmente. Supongamos que Ud. necesite sentir calor en su mano: sencillamente, que Ud. puede “enviar” a ese lugar la sensación de calor y puede hacer esto repitiendo mentalmente o en voz alta en estado de concentración:
“Mi mano siente calor”.
¿De qué forma es mejor?
Sólo Ud. mismo, después de hacer la prueba, puede dar la respuesta. Puede que no surta efecto ni una cosa ni la otra, pero que se crea la idea imaginaria de que su mano se encuentre situada bajo un sol abrasador. Al mismo tiempo se pueden pronunciar las palabras, producir la imagen y enviar la sensación.
Con un buen grado de concentración esto ocurre por sí solo.
Las palabras constituyen únicamente una etapa de la autosugestión en la que el hábito se hace automático y el camino más directo nos conduce hacia aquélla. Pero mientras la autosugestión se va abriendo paso, las palabras pueden desempeñar el papel de arietes.
La fórmula verbal es la demanda que la conciencia plantea a la subconsciencia, la solicitud de una de sus posibilidades disponibles. Pero las palabras son el lenguaje de la conciencia; éstas sólo proporcionan a la subconsciencia una alusión, un esquema de búsqueda. Al mismo tiempo, mediante las palabras debe ocurrir el “empuje” intensivo de su estado, la búsqueda a un nivel extraverbal.
Las palabras de autosugestión pueden pronunciarse en voz alta, a media voz, bajito y mentalmente.
Veamos los requisitos básicos que deben reunir las formulaciones verbales:

1.Sencillez y precisión.
Si Ud. se dice a sí mismo: “Tengo la impresión de que mi mano se está haciendo un poco más pesada de lo que era hace algunos instantes” o “Mi miembro superior derecho aumenta constantemente su peso vivo”, puede ser que sienta cierta pesadez en la lengua. Lo correcto es decir: “Mi mano se hace pesada”, “La mano se hace pesada”, “La mano se pone pesada”, “La mano está pesada”.
Las palabras deben ser familiares y sencillas. El cerebro no debe consumir energía y tiempo en la transformación de estructuras verbales complicadas. Por otra parte:
2.Las palabras no deben ser demasiado gastadas.
La absoluta trivialidad también disminuye la eficacia de la percepción, al igual que una excentricidad verbal. Hace falta cierto término medio entre lo habitual y lo novedoso, lo que se busca constantemente en el arte. Las personas sensibles en extremo a lo estereotipado necesitan emplear frases frescas o bien ningunas. Al cabo de cierto tiempo hay que variar incluso las fórmulas acertadas.
Pero cada cual tiene su norma de banalidad: lo que resulta ridículo para uno, para otro es una revelación.
3.Las palabras deben tener una significación personal.
Son necesarias ciertas palabras que en particular a Ud. le cuadren, justamente aquéllas con las que esté compenetrado...
Pero lo fundamental, lo repito, no son las palabras mismas. Lo importante es el “recordatorio” a la subconsciencia, la entonación interna. Pues hasta unas excelentes líneas poéticas pueden declamarse con indiferencia y leerse las más mediocres, en especial con acompañamiento musical, de tal forma que estas palabras mediocres resultasen algo. La entonación interna no es más que la valoración interna que se presenta en la forma únicamente accesible a la conciencia y a la subconsciencia: es la música que se halla dentro de nosotros.
Algunos profesores que imparten la autosugestión recomiendan a los alumnos que adopten para consigo mismos un tono de exigencia severa, de mandato e incluso de regaño. Es cierto que esto es eficaz en determinado número de casos, pero en otros la reacción es de protesta o apatía. No hay ni puede haber una entonación única para todos. El tono puede ser apaciblemente amistoso, suavemente persuasivo, impasiblemente descriptivo, de perseverante solicitud, e incluso, jocoso, — todos ellos pueden encajar —. Lo único que no debe faltar es el trasfondo de seguridad, las notas lastimeras de ninguna manera sirven. Seguridad significa a la vez, que tras la fórmula verbal se encuentra la disposición subconsciente.
Los doctores G. S. Beliáiev y A. A. Mazhbits, psicoterapeutas leningradenses, aconsejan aplicar órmulas con un tono categórico gradualmente creciente:

Yo deseo enormemente que mi mano derecha se ponga pesada.
Deseo enormemente que mi mano derecha se ponga pesada.
Deseo que mi mano derecha se ponga pesada.
Que mi mano derecha se ponga pesada.
Mi mano derecha se ponga pesada.
La derecha se ponga pesada.
La derecha está pesada.
La mano está pesada.


Este es un método totalmente válido para muchas otras fórmulas. Su esencia consiste en que la persona se proporciona a la vez tiempo y cierto espacio interno para que “se abra paso” la autosugestión; el momento en que el deseo pasa a ser afirmación resulta apenas perceptible.

Un ejercicio típico del curso

A las seis de la tarde Ud. regresa a su casa. Si no siente hambre, puede comenzar en seguida a practicar el AE, después de ponerse una ropa de casa más holgada y tomar (lo cual es deseable) una ducha refrescante a una temperatura moderada. Si llega la hora de comer es mejor pasear un poco después de la comida antes de comenzar el AE, de lo contrario éste se convertirá en el simple sueño que sigue a la comida (lo que, dicho sea de paso, también reporta provecho).
He aquí un modelo aproximado para el registro del autocontrol:



Las primeras tres columnas se llenan antes de los ejercicios y las dos últimas, después. Semejantes anotaciones no son obligatorias, pero si preferibles.
La tarea interna está formulada. Ahora el tiempo que Ud. se asignó está a su disposición. Si éste está delimitado en su horario, antes de adoptar la postura del AE ponga el despertador (por ejemplo, para dentro de 15 minutos) y apriete el botón; el zumbido le dará la señal que es hora de terminar, de modo que durante los ejercicios no tiene Ud. que preocuparse.
Y bien, todos los preparativos están hechos y Ud. adopta la postura del AE: ensimismamiento para infundirse confianza.
Ud. efectúa ejercicios de concentración, autorrelajamiento y realiza la autosugestión orientada en el orden que Ud. determinó para sí con antelación.
Predisposición fundamental:
Ud. realiza una tarea que a la vez es absolutamente necesaria y agradable, un deber ante sí mismo y un descanso feliz. Se trata de un encuentro consigo mismo; es importante todo lo que ocurrirá en estos minutos.

Esquema aproximado de un ejercicio del AE (quinta semana)

0. Preparación del lugar y toma de notas. Tarea interna (1 minuto).
1. Adopción de la postura. Deshacerse de las tensiones general y local, relajamiento de la respiración (2 — 3 minutos).
2. Autosugestión para producir calor en el cuerpo (5 minutos).
3. Autosugestión con un fin especial (“Estoy tranquilo. Me siento bien con la gente”) (5 minutos).
4. Salida, tonificación (1 — 2 minutos). Estirarse y hacer ejercicios ligeros para desentumecer los
miembros (3— 4 minutos).

Total: 20 minutos, aproximadamente.

Minientrenamiento

—o micro AE— es como yo denomino a los brevísimos autoentrenamientos que duran desde algunos segundos —instantes más bien— hasta 2, 3 ó 5 minutos y los cuales pueden efectuarse en cualquier circunstancia, utilizando, por ejemplo, los momentos de obligada espera en una cola, en el transporte, etc. Estas pequeñas meditaciones proporcionan mucho más de lo que pueden hacerlo el fumar, decir habladurías, etc.
A mí mismo me ayudan extraordinariamente, sobre todo en mi trabajo que requiere un grado de atención muy intenso (las sesiones de psicoterapia). Son verdaderos bastones de apoyo. Si se tomaran estos breves intervalos en un día completo, resultaría que tendríamos una gran cantidad de tiempo para el AE.

Con el magnetófono
(contemplación constante)


se puede practicar después de grabar nuestras propias palabras de autosugestión o escuchando las grabaciones hechas especialmente por un médico. Esta variante les conviene, en particular, a las personas que con facilidad se disocian y son inquietas y la misma desvía el AE “en dirección opuesta”, es decir, hacia la hipnosis. Su desventaja consiste en que se ejercita poco la propia actividad psíquica y su ventaja, en que se obtiene un resultado estable casi garantizado. En efecto, esta estabilidad también tiene su doble dinámica: acostumbrarse a la misma grabación conduce, a la postre, casi de modo inevitable, a un adormecimiento demasiado rápido o a la excitación. Pasado cierto tiempo hay que cambiar grabación.

¿Es siempre necesario el autocontrol?

“¡Escuche Ud.!” — habla el Controlador Interno. “¡Escúcheme con atención! Deseo el bien para Ud. y por eso le pido que recurra con más frecuencia a mi ayuda. No olvide, por favor, que yo existo. Yo puedo intensificar su atención y hacer que Ud. se concentre en cualquier cosa, puedo adormecerlo y despertarlo en los momentos que sean necesarios. Por mi conducto Ud. puede encargar para sí cualquier estado de ánimo, sólo con la condición de que crea que yo existo realmente y puedo hacerlo. ¡No tema Ud., no le privaré de su naturalidad; por el contrario, si ha de creerme, yo soy la naturalidad misma! Ud. no necesita en absoluto controlarse constantemente, ¡claro que no! Ud. lo que debe hacer es llevarse bien conmigo, es decir, consigo mismo, consciente y subconscientemente. Lo más importante para mí es la confianza suya: ¡créame, yo todo lo puedo y todo lo haré!”

Lo fundamental que proporciona el AE es

esa sensación maravillosa de que por fin Ud. se ha convertido en dueño de sí mismo. ¡Por fin! Ud. ha entrado en posesión real de lo que hace tiempo le pertenecía por derecho. Dentro de Ud. se extiende un vasto espacio, a la vez nuevo y de antaño conocido: la libertad interna.

Para los que piensan practicarlo

Antes de comenzar los ejercicios regulares, lea este libro atentamente hasta el final. A medida que lo vaya leyendo Ud., desde luego, es poco probable que reprima el deseo de poner en práctica algunas cosas en el acto, según vaya entrando en materia. Haga la prueba si así lo desea, pero no quisiera que estas primeras pruebas determinaran su decisión. Trate de trazarse sus tareas con la mayor precisión posible. Después de consultar con un médico, si fuera necesario, fije lo más importante y lo que tiene perspectiva para Ud. (por ejemplo, a algunos les interesa de momento relajar los músculos; a otros, los ejercicios de calentamiento). Ajustándolo a las condiciones reales, fíjese el tiempo que dedicará a la práctica regular del AE.
Comience los ejercicios. Y ojalá que el libro le acompañe siempre, o al menos durante los dos o tres primeros meses.

Capítulo 4


Capítulo 6




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