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Levi Street / Vladimir Levi. El Arte De Ser Uno Mismo / Capítulo 9. LA FALTA DE VOLUNTAD COMO PREJUICIO

 

Capítulo 9. LA FALTA DE VOLUNTAD COMO PREJUICIO


“No te desanimes ni te desesperes si no te es dable del todo realizar en tus actos todo lo bueno que desearías.
Si has caído de tu altura, trata de levantarte de nuevo... y de buen grado., conscientemente, volver atrás, a tus principios”.


Marco Aurelio



LA FALTA DE VOLUNTAD COMO PREJUICIO
(las sutilezas del ánimo; “debo” y “quiero”)


La abulia es el desconocimiento de sí mismo. Una cosa es saber colar café y otra saber tomarlo. Los métodos de tonificación son innumerables, pero hay algunos que quizá se ajusten a Ud. La vida plena está deparada solamente a los enérgicos, sólo los enérgicos hacen la vida, pero nadie conoce la verdadera medida de su energía. Oda al descanso. La maravilla del Eco-imán.



¿Qué cosa es el estado de ánimo?

¿Cómo hacer para que mi ánimo sea bueno, para que me sienta lleno de vitalidad y energía? Este es el problema que día a día y minuto a minuto se plantean las personas que desean vivir y trabajar a plenitud; problema que, por lo demás, es personal y, si es válida la expresión, de la economía nacional.
Una persona se siente animosa, con bríos. Traducido al lenguaje fisiológico esto significa que están listos para trabajar no sólo los músculos, sino también todos los órganos, el corazón y la respiración; todo el organismo y fundamentalmente el cerebro, que solicita trabajo.
Una persona es indolente, pasiva, inerte. Todo lo que en estado de actividad se desvive individualmente por entrar en combate ahora implora que no lo toquen, que le permitan descansar. El cerebro se protege con la inhibición: la percepción se restringe, la atención decae...
El ánimo tiene sus centros en el núcleo del cerebro. Cerca de allí se encuentran los centros del estado de ánimo general que están ocupados en hacer el balance global de todo nuestro medio interno. Estos centros reaccionan sensiblemente a toda contrariedad y, al inquietarse, producen vagos malestares en los orígenes de las enfermedades y reaccionan al cambio de tiempo si el organismo no llega a adaptarse al mismo. Pero suele ocurrir que se estropean ellos mismos y entonces los médicos tienen que diagnosticar estados poco palpables como la hipocondría, la neurastenia, la neurosis asténica y así sucesivamente...

¿Existe una receta general?

Parece que ahora voy a ofrecer la tradicional charla sobre la manera deportiva de vivir, el aire fresco, el régimen o la abstinencia...
Para el ser humano todo esto es lo mismo que el suelo, el calor, el agua y la luz solar para la planta. Todo esto es necesario, pero, insuficiente, y por cierto, no siempre posible.

El testarudo ánimo

El decaimiento del ánimo o la astenia — el más generalizado de los malestares psicofísicos — puede ser el resultado de los más diversos desórdenes internos. En la mayoría de los casos no se trata de una enfermedad propiamente dicha, sino de cierta insuficiencia pasajera. Para algunas personas, como se sabe, tiene importancia primordial el aire fresco: se reaniman solamente cuando se encuentran en las afueras de la ciudad y cuando están en ésta se “desaniman” inevitablemente. Hay quienes necesitan de grandes cantidades de vitaminas o de otras sustancias, quienes sólo se sienten bien a un ritmo determinado de vida sexual, quienes dependen por completo del estado del tiempo y quienes, sencillamente, necesitan dormir lo requerido para recuperarse...
Existen estados asténicos prolongados y penosos, cuya causa no se logra establecer. Hay personas manifiestamente propensas a tales estados que reaccionan de manera asténica a cualquier contrariedad.
Regular el ánimo es una tarea que a veces resulta muy compleja, incluso con el esfuerzo conjunto del paciente y de un médico experimentado. No obstante, después de haberse observado, Ud. mismo es probable que hallará, al menos, ciertos momentos individuales de los cuales depende su ánimo.
Un ánimo óptimo sólo se lo proporcionará la organización óptima de todos los aspectos de su vida, a todos los niveles. Y partiendo de estas condiciones, como es lógico, no ocurrirá lo imposible: su ánimo se hará superior al que tenía antes, que no era el óptimo, pero sólo una vez cada cien años nace un Alejandro Dumas. De igual modo, las personas están dotadas desigualmente de las posibilidades de ánimo, como de todas las demás, y cada cual tiene su norma de descanso. Pero una elevada capacidad de trabajo es posible incluso con un ánimo bastante discreto: lo principal estriba en el modo de utilizarlo. Por atrayente que sea el ánimo su importancia es relativa: “Cuando me sentía plenamente saludable — escribía una persona muy eminente — no era incluso capaz de prestar la atención necesaria para las actividades intelectuales y para aprovechar a plenitud todas mis capacidades me era necesaria la enfermedad...” Hablemos, pues, ante todo, de los procedimientos de tonificación “táctica”: ¿Qué se puede hacer para intensificar nuestro ánimo, aunque sea por un corto tiempo, por horas y minutos? Esto hace falta tanto en la vida como en los ejercicios de autoentrenamiento.

Tonificación operativa

No voy a repetir que en el intento de autodominio no hay necesidad de aspirar a algo sobrenatural; sólo basta realizar un buen aprendizaje en nosotros mismos. Y ahora no revelaré ningún secreto si digo que cada día y en ciertas ocasiones, más de una vez hacemos uso involuntariamente de un método viejísimo de la tonificación: desperezarse... Ud se levantó de la mesa después de estar sentado largo rato y sus mismas manos, espalda y cuello hacen estos movimientos: en esta ocasión, la tensión es agradable y liberadora, el pecho se ensancha y al inspirar fuertemente por sí sola tiene lugar la retención de la respiración.
He aquí un procedimiento también antiguo. Su prototipo son los movimientos convulsos de la mandíbula y la maxila de un pez, lanzado a tierra. Las ranas bostezan ya de manera totalmente civilizada. ¿En qué radica el sentido del bostezo? Es que junto con la mandíbula que se repliega hacia atrás en movimiento convulsivo, “se despereza” todo el rostro, se intensifica el reflujo venoso, el aire entra con fuerza en la parte superior de los pulmones y al ser retenido en la inspiración por un breve espacio de tiempo, queda como impreso en los alvéolos: el cerebro recibe una porción adicional de oxígeno.
Después de haber observado la “tecnología” de estos actos naturales, Ud. puede reproducirlos conscientemente.

Al efectuar los movimientos que imitan un desperezamiento involuntario “imprima” en sí mismo el aire retenido en la inspiración (no es necesario que para hacerlo se ponga demasiado esmero, hasta que se hinchen las venas).

Una de las variantes: bajar la cabeza, apoyar la barbilla contra el pecho, cubra su nuca con las dos palmas de las manos abiertas, expandiendo hasta donde sea posible los codos y los hombros hacia arriba y a los lados; seguidamente se efectúa una inspiración de profundidad media, se retiene y se realiza el movimiento contrario: el cuello se endereza y las palmas de las manos presionan sobre la nuca impidiendo que la cabeza se levante, mientras que los codos se desvían aún más hacia arriba y a los lados. Tensión estática pasajera. Espiración. Repetir 5 — 7 veces.

Este es un magnífico medio de tonificación periódica durante intensas actividades intelectuales.
 E j e r c i c i o s   d e   e s t i r a m i e n t o. El prototipo de estos ejercicios es el desperezamiento de los animales. Con este procedimiento nuestros hermanos cuadrúpedos se ponen en estado animoso e incluso estos son sus ejercicios físicos. Los ejercicios de estiramiento también los conocen los deportistas: su objetivo es el desentumecimiento, o sea, poner los músculos en plena aptitud.

Enderezar enérgicamente los dedos de una mano con la otra (o apoyándose en algo duro). Soltarlos. Llevar las muñecas a un lado y soltarlas. Enderezar los brazos por los codos con las palmas de las manos apoyadas en la pared y soltarlos. Alternadamente y a la vez. Llevar todo el brazo con el hombro hacia un lado y soltarlo. Hacia arriba. De manera análoga, estire las piernas y enderécelas por todas las articulaciones, sentado, de pie y acostado, con apoyo, sin apoyo y con ayuda de las manos. Enderece el tronco apoyando las manos en la pared. Sentado, con la cabeza apoyada en la pared o en el respaldar de una silla, incline el pecho hacia adelante y suéltelo...

El estiramiento, al tonificar, disminuye al mismo tiempo la tensión muscular. Efecto similar surten las sacudidas, que no es necesario ilustrar.

El resorte y el relámpago

Resulta muy conveniente dominar los métodos de tonificación en el AE antes de comenzar los ejercicios sistemáticos de relajamiento profundo, pues el relajamiento es necesario controlarlo, saber salir de él con rapidez, eliminando la pereza y la soñolencia, si éstas surgen. En efecto, el relajamiento, como Ud. se convencerá, es de por sí un magnífico tonificante, pero sólo en un régimen de postacción pendular, es decir, con el máximo de efecto después de cierto tiempo...
Practique entonces, la tonificación y al mismo tiempo trate de dominar los ejercicios de relajamiento, observando este orden: relajamiento — tonificación en cada entrenamiento. Vamos a considerar que en este momento Ud. se halla en un estado de relajamiento superficial (1a fase del AE), en el cual las tensiones musculares están eliminadas y la respiración se realiza sin dificultad. En este mismo instante Ud. necesita ponerse animoso y activo al máximo. ¿Qué debe hacerse?
“ S a l t o   c o n    i m p u l s o”. Se tiene en cuenta, naturalmente, un salto psíquico, una creciente celeración del ritmo interno.

Cuente interiormente hasta 20 (o en el peor de los casos, hasta 10) a un ritmo acelerado, de forma tal que los primeros tres números se cuenten con excepcional lentitud y los últimos se sucedan al instante. Cuando termine de contar los últimos, levántese con energía.

Este método se combina perfectamente con la tonificación respiratorio-muscular. Todo el conteo puede efectuarse reteniendo la respiración en la inspiración y estirando los músculos en forma estática.

Como complemento, puede imaginarse que en efecto Ud. se impulsa y salta: al producirse el “salto” imaginario, levántese con energía', también puede imaginarse un embudo giratorio y cuando Ud. “salta” hacia la boca de éste, levántese... Otra imagen es la de una flor que despunta con rapidez: cuando los pétalos estén completamente abiertos, abra los ojos y póngase de pie. O también esta variante: Ud. se imagina que es un muelle que se desenvuelve...

El “ p é n d u l o   d e s l i z a n t e ” a un ritmo acelerado, hasta 3 veces (véase pág. 98), se combina perfectamente con autosugestiones mentales y verbales:

Mis piernas son ligeras, flexibles, ágiles,
mis manos son ligeras, flexibles, ágiles,
todo rebota con facilidad, quiere ponerse en movimiento,
yo soy todo movilidad, ligereza, vigor,
todo en mi es bullicio, todo es vida,
mi vigor aumenta, me empuja — ¡de pie!


Existe un ejercicio tonificador complementario que se realiza inmediatamente después de salir del relajamiento y que es una modificación del “águila planeadora” del yoga:

pararse recto, enderezar la espalda y echar hacia atrás la cabeza todo lo más que se pueda, llevar los brazos hacia atrás separados; manteniéndolos en alto, alejar al máximo las manos del antebrazo y abrir los dedos de ambas manos en abanico; inspirar profundamente y después de retener la respiración pararse sobre la punta de los pies permanecer así de 5 a 30 segundos. Descender espirando enérgicamente, soltando los brazos hacia abajo y relajando la cabeza y la espalda (3 — 5 veces).

Ejercicios  m í m i c o s   tonificantes (dan buenos resultados, sobre todo durante los intervalos cuando se realiza un trabajo intelectual intenso):
arrugue bruscamente la frente manteniendo dicha posición durante 2 ó 3 segundos (15 ó 20 veces).
Entorne y abra bruscamente los ojos (hasta 10 veces). Muestre bruscamente los dientes y lleve las comisuras de la boca hacia arriba y hacia abajo, poniendo en tensión al mismo tiempo el músculo platisma (15 ó 20 veces).
Formulaciones   v e r b a l e s   supertonificantes (“salida explosiva”). Sólo tienen sentido cuando existe suficiente “compenetrabilidad” con las palabras:

estoy colmado de una fuerza flexible,
siento una insólita afluencia de vigor,
una concentración de energía,
una concentración de la voluntad,
estoy cargado por todas partes,
la reacción es fulminante,
atención:
¡explosión!

O de un modo más breve:
Yo soy el relámpago
¡Cayó un rayo!


Variante  “t o n i f i c a c i ó n    v a s c u l a r”  (según K.N.Mirovski):

Se pone a funcionar una ducha fría,
la siento por todo el cuerpo,
me refresco todo,
los hombros y la espalda tienen un agradable escalofrío,
siento un hormigueo por el cuerpo,
un ligero temblor,
los deseos de moverme son cada vez más fuertes,
y más intenso el escalofrío.
Me pongo todo tenso como un muelle,
todo comprimido, todo está listo para saltar,
atención: ¡de pie!


No olvide que si cualquiera de estos métodos no es suficiente hay otros a su disposición. Después de levantarse, partiendo de la postura del AE, Ud. puede realizar en forma complementaria algunos movimientos enérgicos tipo ejercicios físicos, como un pequeño automasaje intenso. Los movimientos de carga estática y los elementos de automasaje pueden practicarse casi sin ser notados por las personas que nos rodean, por ejemplo, sentado en la sala de lectura de una biblioteca.

Tener en cuenta el principio del péndulo

Ud. tomó una ducha estimulante, se aplicó el masaje, se siente reanimado, vivaz y activo como nunca: ¡perfecto! Pero resulta que el tiempo va pasando... y el tono, por alguna razón, va decayendo... ¿De dónde viene esa creciente pereza, apatía y soñolencia...? ¿Adónde ha ido a parar todo?
Recuerde los péndulos y no se preocupe. Todo se ha quedado dentro de Ud. En el organismo y en la psiquis, al igual que en la naturaleza, al mal tiempo sigue un tiempo magnífico y durante un día de buen sol madura una tormenta.
Tras la exaltación tarde o temprano viene el decaimiento y, en cambio, el decaimiento crea la posibilidad de la exaltación. Dentro de nosotros todo es completamente rítmico y cíclico. La digestión y los vasos tienen sus propios ritmos, el hígado suele doler a una misma hora y la médula ósea es puntual, como Emmanuel Kant. Incluso los sueños se producen de acuerdo con un horario.
Pero la medicina rítmica apenas está empezando. Al médico le resulta difícil mantener una vigilancia continua sobre todos los péndulos, al contrario, Ud. mismo puede hacer esto en cierta medida, puesto que Ud. no se separa de sí mismo.
Prácticamente es importante estudiar dos clases de péndulos que Ud. posee: el péndulo del tono y el péndulo del estado anímico. Estos oscilan a ritmos complejos y variables con diferentes escalas de tiempo (graduadas en días y en unidades inferiores, en semanas, meses y en unidades superiores), dependen de una gran cantidad de influencias externas y de los propios caprichos internos y, como es natural, no es posible seguir todas las oscilaciones. No obstante, las fundamentales, sobre todo las que molestan, siempre pueden notarse. “Comprender para prever, prever para dominar”. Después de aprender a pronosticar los “vaivenes” se puede aprender aunque no a eliminar, pero al menos atenuar, mitigar y disminuir el carácter pronunciado de desagradables decaimientos...
Observe a los animales y a los niños pequeños cómo muchas veces, ante cualquier posibilidad, se las ingenian para descansar. Ellos toman el descanso en pequeñas porciones y, con frecuencia, paulatinamente. Este es el principio más seguro y hacia éste hace regresar de núevo el AE. El relajamiento es cierta desviación del péndulo de la vigilia a la zona del sueño y, al mismo tiempo, un leve balanceo de todas las funciones del organismo. Estese puede comparar inclusive con la “puesta en punto muerto” que los chóferes conocen, o sea, la desconexión de todas las velocidades, aunque el auto continúe moviéndose y el motor funcionando...

¿Sabe Ud. tomar café?

El agua caliente y la fría tonifican al igual que un hambre moderado y una comida frugal y también el trabajo y el descanso. Puede servir de estimulante también una fumada de un cigarrillo y, por el contrario, el ansia de fumar, una copa de bebida alcohólica o llegar al estado de sobriedad. Pero, asimismo, todo lo que hemos enumerado puede sumirlo a Ud. en la pereza, el abatimiento o la inhibición. Todo depende de cuál es la situación química que se crea precisamente en ese momento en el motor estimulante del cerebro. Los estimulantes químicos influyen en aquél directamente, sirven de acicate a las células que están trabajando y despiertan a las dormidas. Los estimulantes más corrientes de la vida diaria — el té y el café — hacen lo mismo.
A d v e r t e n c i a : ¡todos los estimulantes están dirigidos a las reservas intangibles de la energía nerviosa! Si se emplean irrazonablemente pueden consumirse con mucha facilidad, hasta alcanzar límites peligrosos; la extenuación o un abatimiento crónico difícil de superar. La vía se conoce: al principio se desarrolla una fuerte necesidad, hay que aumentar las dosis y tomarlas con más frecuencia y después, un callejón sin salida, pues el estimulante cesa de surtir efecto o surte efecto por un tiempo muy corto y no se puede prescindir del mismo...
De manera que si fuéramos a expresar, digamos, una opinión teórica, entonces estoy a favor de que no se empleen estimulantes de ningún tipo, incluyendo el té y el café, sin hablar ya de los farmacéuticos. ¡De ningún tipo! Pero, en la práctica, la mayoría de los que ahora están leyendo estas líneas, incluyendo al autor ya no conciben la vida y el trabajo sin una taza de té fuerte o café. ¿Es razonable o no disentir de este punto de vista?
Sí, sobre todo si la cafeína provoca en Ud. síntomas colaterales bastante frecuentes (taquicardia, insomnio e intranquilidad) y si Ud., en cambio, ha aprendido los métodos naturales de estimulación: por masajes, motora, respiratoria y psíquica.
No, si el té o el café ya hace tiempo que se han revelado como auxiliares inocuos.
La estimulación producida por el té y el café puede aplicarse en dos formas. La primera forma debe ser regular, con un empleo bastante moderado (dos tazas como máximo, de fortaleza media, por la mañana o durante el día). Con este empleo habitual, el estimulante pasa a formar parte de la composición química del ritmo tónico y cierto aumento en el consumo se compensa con la llegada del relajamiento durante el sueño. Se mantiene el equilibrio del ánimo. Así ocurre en la mayoría de las personas que están acostumbradas, pero sin apasionamiento, a estas bebidas.
La segunda forma consiste en ingerir el estimulante en raras ocasiones, o sea, la estimulación propiamente dicha. Un té fuerte o un café deben tomarse en caso de que haya necesidad de realizar un trabajo muy intenso. Con una condición imprescindible: después de este tipo de actividad se requiere descansar bien, dar un paseo y dormir lo suficiente. ¡No realice estas actividades más de dos veces a la semana! Además, si Ud. desea realizarlas con más frecuencia, no obtendrá resultados, pues después de dos o tres estimulaciones diarias ya no habrá efecto. Es necesario un espacio de tiempo suficiente para que el equilibrio químico del motor estimulante se restablezca.

Dejando atrás el cansancio

El trabajo del futuro y más de la mitad del presente es un trabajo intelectual. Si el cansancio físico lo percibimos al mismo tiempo que llega e incluso antes, el cansancio intelectual, sin embargo, no tiene tales síntomas definidos y comienza a perfilarse con gran retraso.
Sólo en un número relativamente pequeño de personas éste en seguida se manifiesta en dolores de cabeza y otras sensaciones desagradables, además, por lo general se desarrolla poco a poco de tal forma que casi es imposible diferenciarlo de las dificultades que enfrentamos usualmente en el trabajo, de la inercia de nuestro mecanismo mental. Un problema no se resuelve, las ideas no encajan bien, la atención se dispersa...
El cerebro no siempre se percata de su propia debilidad. “No entiendo. No puedo concentrarme. No retengo en la memoria. El problema no me sale” — cuando se toma conciencia de estas cosas, el mal no es tan grande. El cansancio psíquico puede, en otros casos, adoptar la forma de una seudoeficiencia o de un estado de excitación infundado. Un ajedrecista cansado cuando hace una jugada errónea, tiene que pagar por su error varias jugadas más adelante, pero al momento de tomar una decisión le pareció la mejor...
Descanse mentalmente antes de que empiece a notar cansancio.
Con seguridad que Ud. ha tenido más que suficientes ocasiones para darse cuenta de cuánto tiempo después de iniciadas sus actividades se siente fuertemente cansado: lo más probable a las 3 ó 4 horas, quizás, al cabo de una hora o a los 5 ó 10 minutos. Según los casos, la cuestión es cuándo y cómo. En cualquier caso el comienzo del descanso debe aventajar ligeramente a la llegada de un sensible cansancio. Para ello, debe Ud. intercalar alguna actividad, variar hasta que aprenda a presentir automáticamente el cansancio. Algo dentro de Ud. le sugerirá en voz baja, pero inteligibles “... ahora debes descansar...”
¿Cómo descansar, pues?
La añeja ley que reza: “descansar es cambiar de actividad” siempre sigue en pie.
Si se trata de un trabajo sedentario, entonces no hay mejor medio de descansar que moverse: dar una vuelta, realizar una especie de ejercicio breve, correr un poco, respirar aire puro, pararse de cabeza, lo que se desee. Esto se comprende como dos por dos son cuatro y, sin embargo, cuántas personas de gran talento continúan sentadas en sus “perchas de gallinero” durante los llamados recesos llenando sus pulmones de humo y la cabeza de tonterías. De esta forma, están incubando un cansancio crónico y la esclerosis prematura. Como descanso puede servir tanto un relajamiento concentrado y breve (liberación de tensiones, respiración fácil, “péndulo deslizante”, “un renacer” y muchas otras cosas) como los ejercicios tonificadores. Como el mismo autor se ha convencido, lo que mejor efecto surte es la sucesión: movimiento — relajamiento —tonificación, la cual puede ser repartida en unos tres o cinco minutos. Una vez llegado el momento póngase de pie resueltamente, bote afuera todo lo que tenga en la cabeza y efectúe varios movimientos intensivos: trabaje con los pies en la posición decúbito, de brincar, etc., y después, dé un salto brusco, pase el relajamiento durante el cual ya puede Ud. nuevamente, de la forma más corriente, concentrarse en el trabajo (“...sólo esto, sólo esto me interesa ...”), y, finalmente, mediante una ligera y rápida tonificación, regrese enseguida a su tarea. En estos breves, frecuentes y bruscos descansos uno puede mantener una elevada capacidad de trabajo bastante tiempo, ya que por sí mismo se crea un magnífico y óptimo ritmo de trabajo. Por supuesto, aquí también hace falta una medida. También son necesarios largos intervalos de total distracción, cambiar de actividad y la dirección de los pensamientos e incluso en estos grandes intervalos también hace falta un ritmo flexible. Descansar es un arte. El descanso es una actividad no menos importante que el mismo trabajo y el número de personas que saben descansar es exactamente el mismo de los que saben trabajar bien: ambas habilidades coinciden siempre. Lo más complicado, como en todas las cosas, es superar la inercia interna, saltar de una “ola” a Ja otra. Si Ud. deja el trabajo extenuado en un estado que no puede mover ni una sola circunvolución y se confía a] dolor de cabeza abrazando el televisor, no estamos ante un descanso, sino ante la postración animal y el marasmo. Por el contrario, el verdadero descanso requiere cierto género de atención, yo diría que requiere el cultivado sometimiento de la propia subconsciencia. Comience, pues, a preocuparse de su descanso como una madre de su pequeño. Tengo la seguridad de que al poco tiempo Ud. notará una regularidad sorprendente: en la medida en que Ud. se imponga con mayor firmeza la obligación de descansar, tanto mayores serán sus deseos de trabajar (por supuesto, sólo en el caso de que el trabajo al menos tenga cierto interés vital para Ud.)

Los planes y la realidad

Hay personas para las cuales observar un régimen exacto, complejo y polifacético es un hobby singular. Estas personas saben lo que deben hacer en el momento siguiente, todo lo tienen programado. Otras se comportan así por necesidad, debido a la gran cantidad de trabajos diferentes que tienen que realizar. ¡Honrados y loados sean! Pero para la inmensa mayoría, esta exacta distribución del tiempo es irreal, pues su vida depende demasiado de circunstancias externas imprevisibles. Por eso, el principio más importante a seguir en la confección de un horario es éste: cuanto menos puntos se hayan previsto en aquél, tanto mejor. El amigo que vino a visitarnos, una llamada telefónica o un cautivante programa de televisión destruyen con facilidad nuestras buenas intenciones. Ud. se enfadará consigo mismo y con los demás, pero mañana Ud. mismo con su necesidad apremiante hará añicos los planes de su amigo. Es preferible desechar por completo este régimen que sufrir constantemente debido a su violación. Para crear un régimen es necesario, ante todo, tener en cuenta la realidad del mundo exterior. Pero no olvidemos tampoco la del mundo interior. Las personas no sólo se diferencian por su actitud consciente hacia un régimen, sino también, si se admite la expresión, por sus aptitudes para el mismo. Algunas personas pueden mantener el régimen del día casi sin esfuerzo, incluso en condiciones desfavorables, como si aquél emanara por sí mismo de la naturaleza de tales personas. Yo a estas personas las llamo “rítmicas”. No me comprometo a afirmar cuál es el origen principal de este fenómeno: si un hábito prematura y fuertemente desarrollado o una capacidad de coordinación psicofisiológica congénita.
El otro polo son las personas disrítmicas. Aquí ocurre todo lo contrario: a estas personas les resulta difícil mantener un régimen y no porque no tengan deseos. ¡Justamente los deseos son enormes, debido a las dificultades que confrontan! Pero ni el cerebro ni el organismo de estas personas pueden en modo alguno ajustarse a ningún tipo de régimen: sus ritmos internos' son demasiado complejos, variables, poco predecibles y se controlan mal. Un disrítmico puede estar dos días sin apetito, pero al tercero se le presenta un hambre canina, no tener casi necesidad de dormir durante tres noches y después dormir dos días como un lirón...
Estos son los polos opuestos. El individuo corriente se halla situado en alguna parte entre estos dos polos.
Entonces, no es necesario decir que en el régimen habitual de la jornada laboral a los rítmicos les va bien, a los semirrítmicos regular, mientras que el disrítmico se encuentra en la situación de una catástrofe crónica. Si este último se somete a los ritmos del medio se siente mal. Si no se somete, también se siente mal, puesto que nadie se lo perdona. De acuerdo con mis observaciones no son tan raras las ocasiones en que los disrítmicos resultan ser desde el punto de vista psíquico eficientes y bastante capaces y físicamente fuertes y resistentes, pese a cualquier tipo de malestar. Sólo que la eficiencia psíquica y física de estas personas son desiguales, caprichosas y están distribuidas a su antojo en el tiempo. Con relación al régimen riguroso adoptado por la sociedad, la organización interna de aquéllas es lógicamente errónea, pero ello no significa que no constituyan un tipo más perfecto si nos atenemos a criterios de otra naturaleza.
Si durante varios años Ud. mantuvo honradamente un régimen y probó diferentes variantes durante un tiempo bastante prolongado, pero de todos modos no obtuvo resultados, entonces es probable que Ud. sea disrítmico. Esto significa que para Ud. no tiene sentido aspirar a un régimen severo, sino que es más conveniente atenerse, según sea posible, al horario caprichoso de la vida y el trabajo que le dicta su organismo. Siga un régimen lo más flexible posible (reconozco toda la endeblez de este consejo para muchas personas que dependen del horario de trabajo de instituciones sociales, del transporte, de empresas, etc.). No exija de sí mismo una alta eficiencia en las horas y días en que el organismo no está en condiciones de proporcionársela, atrape el momento conveniente y aplíquese cabalmente. Duerma y coma cuando tenga deseo y cuando pueda. Es posible que después de estudiarse a sí mismo. Ud. logre captar ciertas regularidades incluso cuando su estado fluctúe irregularmente. Por otra parte, todo cambia: quizás con el tiempo varíen también los ritmos de su organismo; es posible que se hagan más sencillos y coordinados. En todo caso no se considere menos saludable y completo que las personas que mantienen un régimen con facilidad.

Los zigzags

Si Ud. se atiene a determinado sistema de vida y los asuntos se encuentran atascados, el régimen no resulta provechoso, el estado anímico no se regulariza o el trabajo no avanza, tiene sentido probar una y otra vez romper el sistema, como se dice, hacer un zigzag, modificar algo que sea habitual o indefectible... Supongamos que Ud. por lo común se levanta a las siete de la mañana. Pues entonces, levántese una vez a las cuatro y póngase a observar cómo transcurre el día. Cánsese físicamente en grado extremo, y por el contrario, pase un día en cama; pase hambre uno ó dos días, efectúe un viaje a otra ciudad y cambie completamente su régimen por una semana...
Los zigzags son necesarios para eliminar el equilibrio de fuerzas desventajoso y formado desfavorablemente en el organismo. Es recurrir a la casualidad, la cual debe revelar lo no casual.
Cualquier estimulante fuerte poco usual puede desempeñar el papel de “zigzag”: el teatro o el cine si hace tiempo que no va, el baño de vapor, si no ha estado allí desde hace un mes e incluso la compra de un nuevo vestido. Pero...

También en los zigzags es necesario ser comedido

Un fanático que practicaba el autoperfeccionamiento realizó, a modo de zigzag, una excursión de 40 kilómetros en esquíes bajo un frío intenso, sin comer y vestido con ropa ligera. El resultado fue que se le helaron los pies, la nariz y las orejas y cayó en cama con pulmonía bilateral. Otro voluntario no probó carne, leche ni pan durante varios meses y se ganó una anemia. No se recomienda privarse totalmente del sueño nocturno incluso en aras del zigzag. Si los zigzags constituyen el sistema de su vida, es difícil esperar algo dentro de sí, excepto los zigzags.

Reflexiones sobre el síndrome de la “abulia”

... Y yo sigo cayendo en ese error: verbalmente y por escrito persuado y exhorto, censuro y me indigno y crucifico despiadadamente a los llamados abúlicos, porque eso está mal, es incorrecto, improductivo y carente de perspectivas. Estas personas no tienen derecho a ser abúlicas y punto. Esto constituye cierto reflejo negativo de arrear al individuo. Nunca, nunca da los resultados deseables.
Cuando se acumulan muchos “debo” que no se desean y la carga de su pesado fardo recae no sólo en la conciencia, sino también en la subconsciencia; cuando no sale nada con la autoafirmación, cuando es difícil hacer una elección, se teme avanzar hacia el objetivo escogido y alguien nos susurra (o nos susurramos nosotros mismos): “Observa, él puede, es magnífico, actúa, estudia, se esfuerza, hace esto y lo otro, mientras que tú...”, tales estados son peligrosos porque descarrilan la autovaloración.
La sensación de la propia incapacidad y nulidad, el sentimiento de culpa, los continuos desengaños consigo mismo, las decepciones e incomprensiones de personas allegadas que esperaban algo de nosotros y, cuando más, la falsa imagen de tales decepciones, todo ello es similar a un nudo que nos va apretando poco a poco...
Hay determinados tipos de caracteres propensos a este “síndrome”. Muchas veces resulta que son personas agradables, simpáticas, sensibles, francas y dotadas de viva afectividad e imaginación.
La edad comienza con la etapa escolar superior y termina aproximadamente a los cuarenta años. La personalidad aún no ha adquirido su total autoafirmación. Ejercen gran presión las exigencias y demandas de las personas allegadas (¡arriba!, ¡apúrate!, ¡estudia! ¡avanza!), exigencias que poco tiempo después se convierten en nuestras propias exigencias, ya que la autovaloración depende considerablemente de la sensación de que correspondemos a estas exigencias. Pero todavía no existen estereotipos formados en el trabajo y en el sistema de vida y YA no existen los medios psicológicos defensivos de la niñez, como la fantasía y la despreocupación. El hombre cae en una trampa bastante desagradable, surge en él una voluntad frenada, en esencia, una de las variantes del estado paradójico.
En el “síndrome” se desarrollan a veces complicaciones. Una de ellas es la embriaguez, cuando se bebe para ahogar aunque sea por poco tiempo, la sensación crónica de la propia impotencia. Es un indicio de que la cosa ha ido lejos, de que la personalidad está a punto de saltar hacia abajo, a la degradación.
¿Existen recetas?..
Todavía siendo un estudiante me leí casi todos los folletos y libros relacionados con la llamada fuerza de voluntad. En su mayoría, estos libros fueron escritos por entusiastas sinceros y en ellos se percibía que los autores se tomaron considerables molestias antes de llegar a un punto determinado, y como suele suceder, decidieron hacer extensiva esta experiencia padecida a sus semejantes. A la par con los lugares comunes, algunos de estos manuales contenían, además, observaciones sutiles y juiciosos consejos como, por ejemplo, imponerse la obligación de hacer cada día al menos algo difícil aunque sea una simpleza, lo que precisamente no se tiene deseos de hacer; crearse todo género de estímulos, ingeniárselas para trocar lo que carece de interés en interesante, lo desagradable en agradable; sentir la presión de un ritmo severo, colocarse en situaciones desesperadas, irritarse en extremo consigo mismo y aplicarse castigos severos y, por el contrario, recurrir a todo lo que sirva como medio de estímulo e inspiración y vivir con la constante autosugestión fanática que reza: “Soy una persona con voluntad, para mí no hay nada imposible ser apuñaleada, yo todo lo puedo”, etc.
Estos libros ejercían una influencia alentadora pasajera que se evaporaba tanto más rápidamente cuanto mayor era la inspiración que se ponía en ellos. Este mismo efecto extraño de alejamiento lo he observado también en otras personas que han leído semejantes manuales (lógicamente, cuando trabajo en uno mío, no puedo abandonar la esperanza de que éste constituirá una excepción). Conocí a una persona que había construido el sistema de su vida ajustándose al viejo libro “La fuerza de voluntad en los negocios y en la vida cotidiana” (lamentablemente, olvidé el apellido del autor). Esta persona, un gran científico que cada minuto de su vida estaba sujeto a una rigurosísima distribución del tiempo afirmaba que dicho libro había cambiado radicalmente su vida en la temprana juventud. Sin embargo, en mí se creó la impresión, tal vez errónea, de que este genio de lo metódico había nacido así. En todo caso, había una cosa que estaba clara: para aprovechar fructíferamente los consejos sobre el desarrollo de la voluntad hace falta una enorme fuerza de voluntad. Entonces pensaba que sólo yo, sujeto extremadamente abúlico, tenía que casi recomenzar a vivir día a día. Al fin y al cabo esto hace tal presión sobre la psiquis que uno siente deseos de experimentar un cambio total, de tachar o eliminar cosas, como un borrador mal hecho...
Cuando descubrí que igualmente avergonzados se sienten muchos de aquellos que aún no han hecho un ademán con indiferencia con la mano definitivamente, me calmé un poco. Cierto tiempo después se me ocurrió que esto era normal y llegué a pensar que una nueva vida, si incluso no totalmente independiente del pasado, se puede comenzar al menos en algún aspecto diferente tantas veces como sea posible, mientras estas tentativas no confluyan en algo único, de forma similar a como confluyen en una luz continua las fulguraciones de una lámpara de corriente alterna. Seguramente, decidí yo, la voluntad del hombre se puede medir por el número de veces al día que éste es capaz de volver a empezar.
Después — y hasta ahora — he tenido que ocuparme de bastantes personas que se lamentan de su voluntad y (o) de personas cuyos allegados los consideran en la categoría de los abúlicos (yo mismo me incluía entre tales personas mucho antes de que adquiriera la reputación de camarada con bastante voluntad).
¿Cuál fue, pues, el resultado de mis observaciones y reflexiones?
Ojalá que no causen extrañeza mis palabras a algunos lectores que respetan las habituales combinaciones de palabras como “fuerza de voluntad” cuando afirmo que éste es un concepto insustancial y sin ninguna validez, una especie de perjuicio que hace tiempo debía estar archivado. No existen personas abúlicas, como no existen personas sin hígado o sin corazón. Pero existen personas constituidas de diferentes formas, personas que de distintas maneras — acertada o desacertadamente — se adaptan a las exigencias que provienen del exterior y a las propias exigencias para consigo mismo. No existen abúlicos y no hay volitivos, sino individuos cuya atención y memoria tienen una organización diferente y que poseen distinta sugestionabilidad y dependencia respecto a los estados emocional y físico. Se puede encontrar un tono diferente, ritmos distintos, diversos intereses e inclinaciones, diferentes interrelaciones entre la conciencia y la subconsciencia, en fin, decenas y cientos de diferencias disímiles, de las cuales se forma la capacidad o incapacidad de comenzar de nuevo y continuar... Con bastante frecuencia existe el motivo y la posibilidad de modificar estas diferencias, de ajustarlas y surge el “hombre de voluntad”, pero a veces es necesario cambiar también las exigencias. ¡Cuán súbito y catastróficamente fracasan a veces los llamados caracteres resolutos!
Al tratar de orientarse en estas abigarradas interrelaciones el psicoterapeuta tiene que devanarse los sesos diariamente. Si vamos a emplear palabras usuales, yo diría que el hombre “abúlico” es aquel que un momento determinado cree que es abúlico y el “de voluntad” es el que cree que lo es.
La diferencia la determina una aptitud desarrollada o no desarrollada para la autosugestión, una fortificada o socavada fe en sí mismo.
Es muy importante la dependencia del estado emocional. Hay personas que son capaces (o, tal vez, están acostumbradas) de actuar fecunda y firmemente en medio del sufrimiento e incluso necesitan de éste para actuar, personas que viven en un “infierno”, que constantemente superan las dificultades y a sí mismas, personas heroicas, pero que no motivan en mí ningún tipo de envidia. Otras se quedan totalmente paralizadas a la más mínima vivencia negativa, mientras que cuando se sienten en el “paraíso” realizan prodigios de eficiencia, pero a éstas tampoco les envidio.
Qué es necesario, entonces? ¿Qué es lo deseable en un ideal? Es necesaria la armonía. Conocerse y anticiparse a sí mismo y hacer un hábil uso de nuestras palancas interiores. Se necesita, además, resistencia a las tensiones, habilidad para hacer la vida fácil y agradable, espíritu espartano y sibaritismo, lujo y ascetismo. En distintas personas el “peso específico” de la autosuperación en la vida es diferente y desigual en distintos períodos: aquí no se pueden establecer normas. Pero pienso que la autosuperación en forma de lucha directa, de combate consigo mismo debe minimizarse lo más posible: a veces es necesario, pero como sistema no lleva a nada bueno. Superarse a sí mismo como enemigo, adoptar medidas drásticas o excepcionales son indicios de debilidad, pues cuando se trabaja para la propia formación (como en cualquier otro trabajo) no se va lejos sólo con el heroísmo. El que desee lograr de sí mismo algo estable y ser psíquicamente fuerte, debe aprender a vivir en paz consigo mismo. Para ello se necesita que uno mismo, una persona cualquiera, un animal o una máquina sean enfocados con una gran dosis de inventiva. El gobernante sabio dirige de tal manera que no se nota.

El eco-imán

¿Cómo en seis palabras revelar el secreto del gran arte de concentrarse en lo necesario?
 O l v i d a r   q u e   l o   n e c e s a r i o   e s    i n d i s p e n s a b l e.
En el mundo existen dos clases de necesidades: la Necesidad Externa y la Necesidad Interna. La Externa es el tipo “debo realizar las tareas”, “debo comprar un regalo”, “debo hacer el informe”, ejecutar, escribir, “debo”, “debo”.
En el mundo todos son infinitos “Debo”, todas nuestras Obligaciones.
A su vez, a la Interna la denominamos DESEO. Y el DESEO, como se sabe, es lo que SE DESEA, lo que es difícil olvidar.
¿Por qué él no hace lo que debe hacer? ¿Por qué Ud. no hace lo que debe hacer? ¿Por qué yo no hago lo que debo hacer? ¡Pues, precisamente porque d e b o hacerlo! En un 99%, ¡sólo por esta razón!  “D e b o” : escuche cuánto celo inquebrantable hay en esta palabra... Desde luego, un  “d e b o”  categórico, un “d e b o ” impuesto por el deber, un “debo” sometido al temor de un disgusto, privación o castigo se ejecuta cuando no hay lugar para el retroceso, con el crujido de la violencia y una semisonrisa deforme... La Ley es la Ley, la Obligación es la Obligación, existe el celo por la Ley y el celo por la Obligación. Pero observe a cualquier persona que muestre ese tipo de celo y verá Ud. que es gobernada por el Deseo, que a veces se encuentra bastante lejos de la esencia de la Obligación...
¿Ha visto Ud. alguna vez a un escolar negligente que haya cambiado su manera de ser como resultado de improperios y reproches?.. Y, sin embargo, la mayoría de estos muchachos testarudos realmente  d e s e a n  cambiar, tienen muchos deseos, pero, ¡un Deseo  c o n s c i e n t e, significa  d e b o, y ¡ah! solamente  d e b o...
Diga:  d e b e s  simpatizar con alguien,  d e b e s  amar a alguien...
¿Existe un medio mejor para rechazar la simpatía y el amor? Y esta es una perogrullada, pero que durante milenios no da resultado... ¿Será, tal vez, porque existe debo? Por ello afirmo que todos los dichosos que no se olvidan de lo necesario, que recuerdan todo género de Obligaciones y las cumplen bien son, en realidad, virtuosos del autoengaño: la subconsciencia de éstos de una forma o de otra halla una salida para huir de la Obligación hacia el Deseo y ella misma transforma el “Yo debo” en “Yo quiero”.
Entonces, eso es posible.
El eco-imán es una autohipnosis operativa para incorporarse a cualquier actividad y estado.
Estoy sentado a la mesa. Todo está preparado. Mis ojos están cerrados y yo inmóvil.
“¡Puedo escribir. Puedo escribir. Puedo escribir. Escribo... Escribo!..” Pronuncio estas palabras 8 ó 12 veces mentalmente o casi susurrando — a un ritmo ascendente, desde la indiferencia mecánica hasta la vehemente exigencia — y después callo de súbito y me relajo, me reclino en el respaldar de un sillón (los ojos, como al principio, están cerrados). El vacío.. ¡ N o   d e s e a r  nada.  N o   e s p e r a r. N o   e s c r i b i r ! Simplemente, despreciar todo eso, olvidarse en absoluto de todo, desaparecer... Así, perfecto... Pero porque entonces en este dichoso vacío mío, como en un pozo sonoro, comienza casi de inmediato  a  r e p e t i r s e  la frase, sale a la superficie, llega y se va siempre la misma exigencia, mandato, ruego...
Desde algún lugar del interior ya vaga o claramente nos sentimos empujados, tentados, halados y la misma mano toma la pluma y escribe lo que Ud. acaba de leer... Pararse es atascarse, comprimirse... Fuera todo...
Volver a la posición anterior y saltar otra vez al vacío... Y de nuevo, como una resonancia sorda, se mueve y retorna la frase “ Y o   p u e d o... ” Y se propagó más lejos. Las frases, fórmulas y ruegos pueden hacerse como quiera (sólo de corta duración y con precisión — al grano), y todo este método representa en sí la más sencilla conversación de la conciencia con la subconsciencia, en la que ambas partes se dan a sí misma y una a la otra espacio y tiempo, sin entorpecerse ni interrumpirse.

Estoy tranquilo. Tranquilo. Tranquilo...
Me es fácil. Fácil. Fácil...
Yo trabajo. Yo trabajo. Yo trabajo...


Tres frases del Eco-imán: “Ruego” — “Vacío” — “Acción” (estado). S e   r e p i t e n   m e d i a n t e   c i c l o s   r e i t e r a d o s.
He aquí lo que ocurre en el cerebro: los anillos de las cadenas nerviosas repiten reiterada y automáticamente las excitaciones encomendadas una y otra vez. De esta forma el cerebro siempre trabaja por sí solo. Así, imperceptiblemente para nosotros mismos, realizamos de manera oculta todo tipo de esfuerzo consciente, de encomienda propia: recordar, decir, hacer; todo esto ocurre a través de un cierto período de “trillar el camino” (conciencia — subconsciencia — aparatos ejecutores — relación inversa). Por séptima vez al día: he olvidado el apellido, el número del pasaporte, el teléfono... ¿Qué estamos haciendo? Nos decimos: — “Tengo que recordar, ahora me voy a acordar” — y nos relajamos...
Como seguramente les ha pasado a muchos lectores, en mis años de escolar observaba que me ocurría un extraño fenómeno. Me ponía a leer un manual, pues tenía que prepararme para un examen. Me decía que debo leer, por lo menos, unas quinientas páginas al día y sentirme férreamente atado a este compromiso. Me entregaba con entusiasmo a este suplicio y leía mientras no flaqueara interiormente, me esforzaba...
Pero llegaba el momento de rebelarme, de decir ¡n o!, pues pensaba que no había posibilidad alguna de profundizar en la significación histórica de Nabucodonosor, por mucho que siguiera “martillando”.
Sin embargo,  d e b o  leer;  d e b o  aprobar el examen. Y, entonces, no sé por qué, surgía en mí un marcado interés por saber lo que vendría después, por saltar unas cinco o diez páginas más adelante. Voy a mirar, solamente mirar y después regreso enseguida atrás, pues al fin y al cabo, tengo derecho a echar una ojeada... Pero resulta que... Mejor sería así... Parece ser bueno, este Nabucodonosor. ¿Y eso? ¿Por qué se le ocurrió salir de campaña?
Todo resulta diferente cuando uno se procura un poco de libertad; cualquier cosa que se nos ocurra con tal que sea contraria   a l  d e b e r , cualquier escapatoria incluso dentro del mismo  d e b e r . Y si se halla tal escapatoria, veremos que resulta muy fácil volver a afrontar  e l  d e b e r , ¡puesto que ya SE DESEA!
Veamos cómo se desarrolla aproximadamente el diálogo interno en el Eco-imán (Fase de “Vacío):

Conciencia: ... bueno, ahora no debo hacer nada.
Subconsciencia: Mientes, tú debes. Presentas el deseo como realidad.
Conciencia: Te digo que no debo hacer nada. Puedes levantarte e irte... ¡Anda, anda, vete!
Subconsciencia: Pues no me levantaré ni me iré.
Conciencia: Vete, te repito. ¡No debo hacer nada!
Subconsciencia: Pues te demostraré que tú debes...

De esta y no de otra forma se puede engañar astuta mente al demonio contradictorio que está metido dentro de nosotros. El éxito depende de tres factores:

1) La fuerza de la “invocación”. Hay que poner la mayor cantidad posible de pasión, empuje, insistencia y perseverancia. Pero, naturalmente, la entonación óptima, el ritmo y el grado de rapidez de cada cual, deben ser propios.
2) La autenticidad del “vacio”. Estado de total relajamiento, de autoliberación. Cuanto mayor sea el contraste, con mayor intensidad funcionará el mecanismo del Eco-imán  y  e l  d e b e r  se convierte en DESEO con mayor brusquedad.
3) Confianza en su propio impulso. “Soltarse” (la expresión favorita del pedagogo teatral Nikolai Vasílievich Demídov, compañero de trabajo de Stanislavski).

En el instante en que el Eco-imán comienza a trabajar (y éste no puede dejar de comenzar a funcionar), entregarse a sí mismo, soltarse, permitir que sus propios impulsos se desarrollen, confiarse a sí mismo, confiar en la fuerza de su DESEO propio sin taparlo con el desconfiado “debo”. Todo ocurrirá del modo más natural, ya que las dos palancas principales del cerebro comienzan a trabajar en equilibrio armónico.
El secreto fundamental de la transición del deber a DESEO.
La “invocación” significa deber: intensa presión sobre la atención, fuerza sobre la misma, es aquella fuerza de la cual se protege el cerebro poniendo en marcha las emociones negativas, el infierno interno. Pero el infierno, para librarse de sí mismo, trata de   s e p a r a r s e   de la fuente de tensión, de desviar la atención hacia algún lugar, como ocurre, por ejemplo, cuando involuntariamente le volvemos la espalda a una persona desagradable o sin intención olvidamos el pago de una deuda. Cuanto más forzada sea la atención, tanto mayor será la tensión, tanto mayor será el infierno y tanto más difícil será continuar forzándola: este es el círculo vicioso de los alumnos desafortunados.
Pero Ud. puede hacer una MANIOBRA, un viraje de 180°: ¡se relaja Ud.  m i s m o   y ya el infierno no tiene nada que hacer! ¿Ha conectado Ud. alguna vez la ducha de agua caliente inmediatamente después de la fría? Este mismo recorrido del péndulo desde un infierno relativo a un paraíso relativo, un recorrido pequeño pero suficiente, ocurre inevitablemente en la segunda fase del Eco-imán. En el “vacío” Ud. se siente   b i e n, su estado se torna  p o s i t i v o  y entonces las “invocaciones” del Eco ya resuenan en el fondo interno que espontáneamente mueve a la actividad, es decir, en el fondo del DESEO.
V a r i a c i o n e s:
La invocación se puede hacer mentalmente. Después de efectuar una profunda inspiración y retener el aire (esta retención del aire satura considerablemente el cerebro de oxígeno y la excitación se torna más intensa) se puede pasar al “vacío” expulsando a la vez el aire y, a partir de ahí, respirar normalmente.
La invocación verbal puede sustituirse por la imaginaria: por ejemplo, en lugar de decir “yo escribo”, Ud. puede producir la imagen de sí mismo escribiendo o simplemente la imagen de las manos sosteniendo una pluma que recorre un papel; en lugar de decir “estoy tranquilo”, puede formarse una idea-recuerdo, como el susurro de un arroyo o la imagen de un cielo despejado. Haga Ud. la prueba, ya que la autosugestión es una actividad tan creadora como la poesía o la inventiva; más aún, es el fundamento de todas las creaciones y, como toda labor creadora, perece con el estereotipo. Es un error pensar que existe en cierto almacén del tesoro psíquico un conjunto de procedimientos para todos los casos de la vida. De ninguna manera, en el mundo no existe tal música. P e r o    é s t a   e s    p o s i b l e.
Supongamos que Ud. es un individuo inquieto, extremadamente cumplidor y que en situaciones decisivas es propenso a tensiones convulsas, o lo que se podría definir como tensión vacía” o “vacío tenso”... ¿De acuerdo? Entonces no hay dudas de ningún tipo: el énfasis principal en el Ecoimán no lo ponga en la “invocación”, sino precisamente en el “vacío”, después de haber quedado claro para Yd. que este vacío no debe ser tenso en modo alguno; la “invocación” funciona en Ud. demasiado bien: en Ud. la misma situación sirve de invocación, o mejor dicho, actúa como una cuña... ¡No tenga miedo, pues, de relajarse! Precisamente lo que Ud. tiene que cultivar en sí mismo es la despreocupación, tiene ese derecho.
Después de descubrir para mí el Eco-imán olvidé, en fin, cuáles eran los suplicios de la abulia y más de una decenade personas que la padecían, desde escolares hasta profesores, se curaron con este método.
¿Ya ha hecho la prueba?..
Se realiza  f á c i l  e imperceptiblemente, en cualquier situación, en cualquier tarea individual, y proporciona excelentes resultados a las personas inactivas, irresolutas, que no tienen confianza en su propia voluntad y a todas las que tienen un deficiente dominio de su propia atención... ¡Pero qué tonterías estoy diciendo! ¡No haga nada! No me crea. Por nada del mundo aplique el Eco-imán. No desarrolle su voluntad, pues corre el riesgo de convertirse en un genio. No se libere a sí mismo, la felicidad le amenaza...

Improvisación con el Eco-imán
(según el relato de un expaciente, escritor)

“... Era corriente que me sentara a trabajar después de dos o tres noches de insomnio consecutivas (en tal estado, el autoentrenamiento amenazaba llevarme al sueño.) Permanecía sentado exprimiéndome el cerebro y creando un profundo galimatías o absolutamente nada: me sentía completamente presionado, embotado. Sólo bastaba con apretar un poco más y correrían las tuercas...
¡Pero que cosa más absurda! ¡Si hay cosas más importantes de qué ocuparme! Me pongo de pie y empiezo a masticar una fruta que, por principio, guardo para estos casos; me siento ante el piano o actúo con más desenvoltura, me despojo de mi ropa, tiendo una alfombra y me dejo caer en el piso: pongo en práctica mi Nuevo Yoga. El principio fundamental del escalón inferior es la ausencia de todo dogma, a la creación meramente personal. Al cuerpo hay que hablarle con el corazón en la mano.
— “¡Qué tal, martirizado cuerpo mío! ¿Qué deseas? Responde, ahora te pertenezco, sólo a tí. Bien, tú dirás...”
— No sé... yo mismo ya no sé qué desear. He sido tan sometido a la forma sedentaria de vida.
— ¡Vamos, no seas tonto! ¿Puedo sugerirte un ejercicio?
— Hazlo, por favor...
— Mira, ¿te das cuenta? Se trata de colocar esta pierna sobre este hombro y llevar esta otra al vientre, ¿ves? No, pero así no... A ver, a ver... No está mal... Sólo que tienes que enderezar la espalda. Gira un poco el cuello... Estira la pierna con la mano... ¡Así! Eso ya me gusta. Es un estado de tensión sorprendentemente agradable... Mantengamos esta posición, no te apresures... Aguanta un poco la respiración... ¡Magnífico! ¡El cielo está con nosotros! Probemos otra vez... Bueno, es suficiente. Vamos a hacer el ejercicio al revés, sobre el vientre. Las manos hacia atrás... Los talones tomados de las manos... Una vez, otra vez... Alto. Ahora adoptemos una posición con la cabeza hacia abajo: la Bicicleta Simiesca...”.
La mayoría de las veces el cuerpo en realidad pide lo que constituye para nuestros parientes del zoológico un modo habitual de vida (es fácil adivinar por qué), pero a veces desea reptar un poco, hacer las veces de pez y algo así como una medusa o ameba... ¡Y de repente un empuje! ¡Rápido! “Como si no hubiera cansancio! ¡La tensión desapareció! ¡Y los dedos ya piden..., —yo sé que ha funcionado aquello mismo— por eso corriendo a la mesa...”
Querido lector, ¿sabe Ud. ser libre?

Capítulo 8


Capítulo 10





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