дом леви
кабинет бзикиатрии
кафедра зависимологии
гостиный твор
дело в шляпе
гипнотарий
гостиная
форум
ВОТ
Главная площадь Levi Street
twitter ЖЖ ВКонтакте Facebook Мой Мир
КниГид
парк влюбленных
художественная галерея
академия фортунологии
детский дворик
рассылочная
смехотарий
избранное
почта
о книгах

объявления

об улице


Levi Street / Vladimir Levi. El Arte De Ser Uno Mismo / Capítulo 11. MANTÉN FRÍA LA CAREZA...

 

Capítulo 11. MANTÉN FRÍA LA CAREZA...

¿Ha aprendido Ud. a alegrarse de las dificultades?

Inscripción hallada sobre
una piedra en el Tíbet.



MANTEN FRIA LA CAREZA...


Un paso más hacia el perfecto autocontrol: el control volitivo de los vasos. Este hábito proporciona la base para la “comunicación” con cualquier órgano del cuerpo. Cómo comunicarse con el corazón. Cómo olvidar y aprender a ruborizarse. Irradie calor y Ud. mismo sentirá más calor.



Las leyes del abastecimiento

Recuerdo cómo en el primer curso del Instituto de Medicina me impresionó el espectáculo del árbol de los vasos sanguíneos: se mostró un preparado donde los vasos sanguíneos, impregnados de una materia colorante, se hacían visibles. ¡Formidable y sutilísima red que todo lo atraviesa! Desde los conductos de las grandes venas y arterias hasta los microscópicos capilares que cubren con sus finísimos velos los espacios interiores de los huesos y cada célula del cerebro; desde el corazón, el centro activo de la red, hasta el último vaso pericelular, y de nuevo al corazón: tal es el camino que recorre cada glóbulo rojo. El sistema vascular representa, dentro del “Estado” que es el organismo, la red de transporte, abastecimiento y purificación. Juzgue Ud. por sí mismo cuán importante resulta en este caso el orden. La más mínima interrupción y enseguida comienzan las contrariedades. A todo lo largo de su recorrido, en todas las ramificaciones de este árbol se entrelazan con él las ramas de otro no menos ubicuo: las finas ramas de los nervios atraviesan el corazón, persiguen y envuelven, como lianas, cada vaso en cada órgano, penetran en el interior de los capilares... Los abastecedores no hacen nada por su cuenta: son controlados por un vigilante aparato de administración, ya que hay que abastecer a todos, pero según rangos y necesidades.
Las instancias centrales de la regulación vascular se hallan en el mismo núcleo del cerebro, junto a los centros emocionales. Aquéllas emiten órdenes: al corazón, que lata con más o menos fuerza, con más o menos frecuencia; a los vasos, que se contraigan o dilaten. Es habitual que simultáneamente, a través de los centros subordinados, cambie también el tono de los músculos, la actividad de las glándulas sudoríparas y la temperatura del cuerpo, pero esta simultaneidad no siempre es obligatoria.
El 99% de los fenómenos vasculares ocurren espontáneamente. O bien la conciencia no los percibe en absoluto o bien los fija pasivamente. A propósito, en este fenómeno se basa precisamente el funcionamiento de aparatos como el detector de mentiras. Incluso Avicena se anticipó a ellos.
Un adolescente de la familia de zar languidecía día tras día debido a una enfermedad desconocida y nadie podía darse cuenta de nada, hasta que un día el médico, tomándole el pulso, ordenó que pasaran todas las bellezas de la corte delante del enfermo...
Los mecanismos emocionales, los cuales controlan las fuentes de abastecimiento, producen lo que se les antoja. Bajo la apariencia de los intereses generales del organismo trabajan para sí y poseen un abastecimiento especial. Y ahora ha llegado el momento de hacer una pequeña digresión para detenernos en uno de los problemas que más atormentan a las personas tímidas.

¿Por qué César estimaba a los que se ruborizaban?
La lámpara de señales de la subconsciencia


“El rubor motivado por el pudor es la más peculiar y humana de las expresiones de nuestro rostro, —escribía Darwin en su obra “Sobre la expresión de las sensaciones en el hombre y en los animales”. — ...El rubor motivado por el pudor se debe a que los pequeños vasos del rostro se sobresaturan de sangre. Podemos provocar la risa mediante el cosquilleo de la piel; el llanto o el enfurruñado con el golpe; el temblor se presenta a causa de la esperanza del sufrimiento, etc. Pero no podemos provocar el rubor por ningún medio físico... La influencia en este caso debe estar dirigida a la mente. Por ese motivo, los idiotas casi nunca se ruborizan”.
Por tanto, según Darwin, la capacidad de ruborizarse es uno de los rasgos distintivos del hombre normal. ¿Por qué entonces algunos jóvenes se avergüenzan de este don?
Por cierto, si una persona no se ruboriza tampoco es obligatoriamente un idiota. Como en todas las demás cosas, existen grandes diferencias individuales: a algunos todo les impresiona, y a otros, casi nada. Hay familias enteras donde todos sus miembros se ruborizan debido a causas hereditarias. En una familia —según relataba Darwin— el padre, la madre y los diez hijos se ruborizaban de la forma más inverosímil, y en las hijas, hasta la “situación geográfica” de las manchas rojas repetía a la materna. Esto, desde luego, es un capricho de los genes. Pero todos ellos se ruborizaban solamente cuando conversaban con otras personas, es decir, ¡bajo el influjo de estimulantes sociales! Lo más sorprendente, sin embargo, es la relación que existe entre el ruborizarse y el trato con la gente:

“Voy por la calle, me encuentro a una persona conocida y me ruborizo... Si las personas que no conozco me dirigen la palabra o simplemente me miran, me ruborizo. Y si me llaman a la pizarra cuando estoy en la clase, me tiño todo de rojo...”

¡Están mirándome! (O mirarán.) ¡Se han fijado en mí!
(O se fijarán.) Es precisamente este pensamiento, e incluso no un pensamiento, sino una sensación fugaz todavía subconsciente, lo que causa el rubor.
El rubor se produce debido a una espera o a un encuentro inesperado, aúna censura o a un elogio. El interés emocional, en primer lugar, y en segundo, la atención hacia nuestra persona, son probablemente los estimulantes más importantes del rubor, los cuales actúan generalmente juntos y siempre a través de los ojos de los circunstantes. Las personas con una organización psíquica muy delicada y una gran capacidad de sugestión pueden ruborizarse sólo porque el interlocutor podía en un momento dado suponerle algo comprometedor como, por ejemplo, el interés de la mujer hacia el hombre mencionado en la conversación, aunque tal interés no exista en realidad... El que se ruboriza fácilmente lo hace por cualquier motivo.
El hecho subjetivo de sentirse ruborizado y el ruborizarse de verdad, no siempre coinciden: hay quien se ruboriza sin notarlo y quien, por el contrario, cree que está ruborizado y que su rostro “arde” cuando, en realidad, no se le nota nada exteriormente. Pero en sí no es esto lo que importa. La incógnita fundamental es esta: ¿por qué el ser humano pasa tan malos ratos cuando se ruboriza, ya sea real o imaginariamente? ¿Qué es lo que le hace sentirse embarazado por un defecto lleno de encanto que más bien yo llamaría virtud?
He hecho estas preguntas sutilmente a mucha gente que se angustia por este problema, pero en la mayoría de los casos no he logrado obtener una respuesta razonable: “Ruborizarse causa malestar porque es desagradable”. Otros afirman que es desagradable porque en esos momentos se nota lo turbados que están. Cabría preguntar: ¿y qué hay de malo en mostrar turbación? ¿O acaso es mejor mostrar descaro? Una persona turbada no se disminuye ni un ápice ante los ojos de los demás, al contrario. Además, el rubor del rostro en sí, no significa nada todavía, pues se puede enrojecer de ira o alegría o simplemente porque nos sentimos bien... César prefería tomar como soldados suyos a los que se ruborizaran fácilmente y no a los que palidecieran. Y según Darwin, las circasianas que poseyeran ese don disfrutaban de los mayores privilegios en el harén del sultán. Sin embargo, todos estos argumentos surten poco efecto, pues el que se ruboriza se siente embarazado por la sensación misma de su sonrojamiento y por la atención que le prestan otras personas (que es imaginaria en un 90% o más) y sencillamente no puede creer que otras personas tengan una actitud positiva hacia su sonrojamiento. Pero si penetramos en el quid del problema, lo que sucede en la mayoría de los casos, es que le cuesta mucho trabajo creer que los demás tengan una actitud positiva hacia su persona.
Es cierto que mucha gente se ruboriza, pero eso constituye un problema precisamente para aquellas personas que en todas partes y en todas las cosas temen indeciblemente la desaprobación, las censuras y las burlas; para aquellos que piensan que todo el mundo nada más está ocupado en observarlos críticamente y para aquellos que son propensos a relacionar una mirada o una palabra cualquiera con su propia persona...
Hay que creer una vez en el hecho siguiente, aunque al principio sea razonablemente:

“La atención que merezco es, ni más ni menos, la que merece cualquiera otra persona. Esté ruborizado o pálido, los demás se muestran conmigo de una forma absolutamente normal”.

O la variante más enérgica:

“Que me mire el que quiera. Yo soy como soy y me encuentro aceptable. No voy a ser diferente, ni tampoco quiero serlo”.

Corresponde después poner en práctica el AE, sobre todo la parte denominada “liberación”, la cual debe aplicarse directamente en el trato social haciendo todo lo posible porque se logra en el fondo un estado de relajamiento permanente y leve.
En cuanto al hecho de ruborizarse, les digo a todos una cosa: no sólo permítanse el hacerlo, sino, además, alégrense de ello. Muchos quisieran y, sin embargo, no pueden. Inclusive, no sólo alégrense, traten de ruborizarse por cualquier motivo, ya que —se lo aseguro— este fenómeno encierra extraordinario encanto y simpatía. Cierto es que cuando Uds. se esfuercen en lograrlo no les saldrá tan bien.

¿Y si se lo propone?

Darwin llamaba la atención sobre el hecho de que en aquellos países donde se acostumbra a andar desnudo o semidesnudo, sus habitantes experimentan rubor en todo el cuerpo o en aquellas zonas del cuerpo que habitualmente están sin cubrir. Ello se debe a los mismos motivos que apuntábamos.
“La atención dirigida a cierta parte del cuerpo frena la contracción normal estimulante de los vasos sanguíneos de esta zona, debido a lo cual éstos se relajan en mayor o menor medida y se llenan al momento de sangre arterial”.
Este es, según Darwin, el mecanismo fisiológico de la ruborización. Todo obedece a la lógica. La atención puesta en un órgano, ya sea la mano o cualquier otro órgano, se ha asociado durante millones de años de evolución a la preparación del mismo para ponerse en funcionamiento. Pero la actividad requiere un intenso suministro de sangre. Mientras mejor sea la circulación sanguínea, tanto más intenso será el metabolismo y, por consiguiente, tanto más alta la capacidad de trabajo. En la relación lógica atención — suministro de sangre — metabolismo se encierra, por lo visto, la posibilidad de influir directamente sobre los órganos y que los yogas utilizan cuando “persuaden” o “dan órdenes” a sus órganos.
Pero aquí quedan aún muchas cosas sin entender. ¿Por qué, por ejemplo, la persona que se ruboriza con facilidad no puede, sin embargo, hacerlo si se lo propone? Digamos que dirige la atención a sus mejillas... No, responden los vasos sanguíneos; en tal caso ignoramos esa atención consciente. Nosotros necesitamos una atención subconsciente... La habilidad de dilatar los vasos sanguíneos es uno de los hábitos fundamentales que se adquieren con el AE.

Calor volitivo

El gato de su casa le enseñará esta lección de sabiduría. La dilatación de los vasos sanguíneos del cuerpo favorece el sosiego y la reposición de fuerzas. En efecto, por eso
todos los animales procuran descansar en un lugar cálido y no dejan escapar la oportunidad de calentarse. Cuando Ud. se acerca a la estufa o al aparato de calefacción huyendo del frío, habrá podido notar qué sensación de bienestar causa el “deshielo” del cuerpo y cómo a veces eso provoca un sueño irresistible. Pero, ¡qué difícil es dormirse cuando se tienen las manos y los pies fríos! (Aunque es cierto que un grado extremo de congelación, cuando se interrumpe totalmente la circulación sanguínea, también va acompañado de una irresistible somnolencia.)
El sosiego y el adormecimiento no significan solamente el relajamiento de los músculos, sino también el relajamiento de los vasos sanguíneos, o dicho con más exactitud, la redistribución de su tono: los vasos sanguíneos del cuerpo y de los órganos internos se dilatan y se llenan de sangre y, a su vez, del cerebro refluye la sangre. Este hecho se demostró experimentalmente: se acostó a una persona despierta sobre un plano horizontal en estado de equilibrio y cuando ésta se durmió los pies pesaban más, quedando la cabeza más levantada. Por otra parte, su cabeza pesaba más cuando pensaba intensamente y experimentaba emociones. Cuando esta misma persona se imaginaba que estaba bailando, la sangre afluía nuevamente a los pies.
El técnico e inventor Serguéi Sesguéievich Iogansen diseñó, en colaboración conmigo, un instrumento pequeño y sencillo que consta de un amperímetro y un generador termoeléctrico. Este generador se fija en un dedo o en cualquier otra parte del cuerpo. Después de ser fijado éste, la aguja está en movimiento durante algún tiempo hasta que logra cierto equilibrio y entonces, el instrumento puede indicar los cambios de temperatura en la piel motivados por sugestión y autosugestión. Cuando uno se inculca la sensación de calor en el lugar donde está fijado el generador, se puede hacer avanzar la aguja varias divisiones hacia adelante. Hacerlo en sentido opuesto resulta más difícil, pero pese a ello se puede lograr hasta cierto punto.
Inclusive, sin la sugestión de calor se puede lograr simplemente que la aguja se mueva. A varias personas que no se les había informado nada sobre la instalación del instrumento, les pedí que procedieran de esa forma. ¿Y cual fue el resultado? Pues que todas decían que la piel situada debajo del generador se les calentaba y algunos sentían hasta “punzadas” y “corrientazos”.
Recordemos ahora uno de los ejercicios preliminares de   l a   c o n c e n t r a c i ó n:   l a    f i j a c ió n    d e l    d e d o (págs. 76—77). La sensación de pulsación en el dedo y el calentamiento subjetivo de éste se observan normalmente hasta prescindiendo de la autosugestión especial para producir calor.
La fijación del dedo puede ser el punto de partida para desarrollar este tipo de ejercicio. Si Ud. logra sentir calor y pulsaciones, al menos en el dedo índice de la mano derecha o izquierda, no le costará gran dificultad provocar esa misma sensación en los dedos contiguos y en todos los demás. A veces esto se produce espontáneamente. Luego, la sensación de calor pasará sin dificultad a la mano y después, a todo el brazo. Se puede comenzar también por toda la mano directamente.

(Postura del AE, eliminación de tensiones. Respiración libré). Concéntrese en la mano derecha (o en la izquierda, si es zurdo). Empiece a imaginarse que su mano se calienta. Proceda con persistencia y continuidad.

Formulaciones verbales (preferentemente con respiración rítmica):

mi mano se calienta,
mis dedos sienten agradable calor,
la palma de mi mano se calienta cada vez más,
mi mano se colma de tenue calor,
mis dedos se ponen completamente cálidos,
el calor fluye a lo largo de mis dedos,
llena las puntas de éstos,
inunda mis uñas.
El beatífico calor se acentúa en mi brazo,
la palma de mi mano está cada vez más cálida, más
caliente,
el calor me produce pulsaciones,
y un agradable cosquilleo...
El calor cubre mi muñeca,
mi codo se calienta por todas partes,
siento todo mi brazo tibio, cálido,
desde los hombros hasta los dedos...


Como regla, la sensación de calor se provoca fácilmente: lo más probable es que éste sea el elemento más fácil de todo el autoentrenamiento. Ud. siente que el calor se engendra dentro de la misma mano y es como si la saturara... A veces parece que la mano se calienta con algo del exterior, pues el calor la cubre con su invisible y transparente velo... Las pulsaciones en los dedos y en la muñeca constituyen un indicio de que la atención se concentró en los débiles estímulos provenientes de los vasos sanguíneos y, que, por lo común, no llegan hasta la consciencia.
Si las fórmulas mentales y verbales no son eficaces, imagínese que Ud. introduce la mano en agua tibia o que la tiene puesta sobre un radiador caliente o a cierta altura de un quemador de gas; imagine que su mano es un algodón que está empapado de agua tibia, una olla en la que se vierte leche caliente o algo similar...
A propósito, ¿por qué empezar por el brazo?
Porque el brazo, más valioso que cualquier otra parte del cuerpo en virtud de su finalidad activa y el carácter universal de sus funciones, está dotado de inervación espontánea. Esta es realmente la parte más sabia del cuerpo y a la que más fácil se puede llegar mediante instrucciones conscientes.
Con frecuencia, después de provocarse la sensación de calor en un brazo, puede observarse cómo esta sensación, por sí misma, pasa al otro brazo y se esparce por todo el cuerpo...
El sistema vascular es propenso a reacciones típicas y todo el árbol del suministro comienza a estremecerse cuando se dan las órdenes desde arriba. Este fenómeno también puede aprovecharse simultáneamente, es decir, provocar la sensación de calor en ambos brazos y pies con un solo ejercicio.

El calor inunda ambos brazos,
los dos están llenos de calor fluctuante,
— hasta los hombros, las clavículas y los omóplatos...
Los pies, todo el cuerpo, el tórax, el estómago,
la espalda, la cintura, el sacro, la pelvis...


Schültz recomendaba sobre todo concentrarse en la fórmula siguiente:

mi plexo solar irradia calor.

El plexo solar es la concentración de los nervios de los órganos internos y se halla justamente entre el tórax y el estómago. “El plexo solar irradia calor” significa que hay calor, tanto en el tórax como en el estómago, y que, por tanto, están relajados los músculos lisos de los órganos internos: el esófago, el estómago, los intestinos, los riñones, la vejiga...
Esta fórmula, en efecto, presta una magnífica ayuda en algunas neurosis de los órganos internos, pero en el AE corriente no es imprescindible a las personas saludables. Dicha fórmula puede ser sustituida por la “curación con la mano”, método que describiremos más adelante. La etapa final del ejercicio térmico completo — la sensación de calor esparcido por todo el cuerpo — se cierra con las fórmulas siguientes:

yo irradio calor por todo mi cuerpo,
me transformo en sol,
yo soy un sol.


Una parte de este ejercicio en el conjunto general del AE puede ser diferente. En las variantes curativas es frecuente que el “calor” se combine con la autosugestión de “pesadez”, de la que más abajo se habla. Pero, por regla general, estas autosugestiones no se realizan con igual grado de facilidad. Por lo general, es más difícil provocar “pesadez”, mientras que el “calor” se puede aplicar de modo totalmente independiente o combinarlo con cualquier grado de relajamiento muscular:

la mano está suave, cálida, relajada

y, en fin, con cualquier otro ejercicio del AE.
En particular, surte buen efecto cuando se combina el “calor” con la respiración libre.

Respire como se describe en la pág. 131. Que su atención fluctúe: durante toda la inspiración y la primera mitad de la espiración, el placer de respirar debe ocupar su atención, mientras que en la segunda mitad de la espiración y en la pausa intermedia, la atención debe trasladarse a los puntos de calentamiento psíquico (estos puntos pueden ser los brazos, los pies o todo el cuerpo a la vez). Al mismo tiempo, imagínese que al inspirar Ud. “absorbe” calor y que, al espirar, lo “envía” a los puntos de calentamiento. Este ejercicio es bastante agradable y atrae, como casi todos los ejercicios con respiración rítmica. Pero no deje atraerse más de la cuenta ni aumente la amplitud de la respiración. Una vez que se domine este complejo ejercicio, se le pueden añadir otras autosugestiones.

Cuando somos propensos a la sensación de frío causada por alarma, podemos procurarnos calma mediante el calor, sin que lo acompañemos de un relajamiento profundo: literalmente hablando, es como si camináramos con un calentador psíquico. En casos de hipertensión, las autosugestiones que infunden calor (especialmente “calor en los pies”) contribuyen a disminuir la presión sanguínea; a su vez, la presión sanguínea de los hipotensos se estabiliza, sobre todo, si al salir, se realizan las formulas “vasculares” de tonificación.
Algunos virtuosos del AE dilatan los vasos sanguíneos al instante y de tal forma que se ensanchan visiblemente en las manos, éstas se enrojecen y su piel se calienta aproximadamente en un grado después de 5 ó 10 minutos de concentración. Un paciente mío, que padecía de una grave estenocardia, se olvidó de lo que eran los ataques después que hubo de dominar el AE vascular, sobre todo, el calentamiento del brazo izquierdo, del hombro y del omóplato. El dominio del AE mediante calor es una tarea profiláctica para todas las personas saludables mayores de 40 años.
A los fumadores es a quienes les resulta más difícil el AE para producir calor, ya que sus vasos sanguíneos, en la mayoría de los casos, se hallan en espasmo crónico y no obedecen como es debido. Por otra parte, existen dos casos en los que está contraindicado el AE para producir calor:
el primer caso lo constituyen las lesiones graves del corazón (edemas, desviación de la reacción sanguínea hacia el lado ácido), y el segundo, los infartos y trombosis recientes, durante los cuales los vasos sanguíneos necesitan el máximo de reposo.

Cabeza fría...

“Mantén la cabeza en el frío y los pies en el calor” — reza la sabiduría popular. Hasta para tranquilizar las cabezas calientes ya hace tiempo que se viene recomendando la ducha fría.
La sensación de calor, de afluencia de sangre a la cabeza, tan conocida por las personas que han experimentado fuertes reacciones emocionales, es la señal de que el “suministro especial” a los centros emocionales se hace más intenso. En efecto, la sensación de frescor en la cabeza es incompatible con las emociones violentas. Después de cerciorarse de que la temperatura de la cabeza realmente desciende durante el sueño hipnótico, Schultz propuso esta fórmula de autosugestión:

mi frente está fresca,
mi frente está ligeramente fresca.


La fórmula global para el apaciguamiento vascular es ésta

mi cuerpo está caliente (relajado y caliente, pesado
y caliente, blando y caliente),
mi frente está fresca.


La autosugestión para causar frescor en la frente es posible realizarla, pero es mucho más difícil que causar calor y, de hecho, muchas veces no se puede lograr Por ello, no vale la pena insistir en la misma. En casos de propensión a los espasmos vasculares con dolores de cabeza, lo mejor es desecharla y sustituirla por otra como ésta:

mi rostro está relajado, caliente,
mis mejillas están blandas y cálidas,
mis sienes se ponen calientes...


(Por lo visto, este es el caso en que en lugar de “la cabeza en el frío y los pies en el calor”, corresponde seguir el precepto del inolvidable Gargantúa “La cabeza y los pies abrígalos más e imita a las fieras en todo lo demás”).

Y corazón ardiente

Dicen los yogas que el corazón tiene el carácter de un caballo de raza es caprichoso y asustadizo. Al corazón —afirman ellos— es necesario tratarlo con diferencia y ternura, persuadirlo amablemente, pero no asustarlo, éste no es un hígado cualquiera con carácter de burdégano, al que se le puede alzar la voz.
No está mal que un médico terapeuta de experiencia o el médico que siempre lo atiende a Ud. conozca su corazón. En caso de detectarse fallos (por ejemplo, una lesión o una estenocardia establecida), debe mantenerse un contacto permanente con el médico.
Pero también Ud. puede ayudarse a sí mismo, por sus propios medios, ajustándose totalmente a las prescripciones médicas. El relajamiento de los músculos y de la respiración, así como una psiquis equilibrada, siempre benefician al corazón.

No lo presione Ud. mismo

A las personas de carácter desconfiado se les presentan con frecuencia sensaciones desagradables en la zona precordial. A veces estas sensaciones se convierten en ataques dolorosos y, sin embargo, no se registran cambios objetivos ni en el corazón ni en los vasos coronarios: son dolores neuróticos. Es verdad que mientras no se haya determinado que se trata de una “seudoestenocardia”, la persona afectada tiene motivos para martirizarse y para martirizar a los médicos.
Los falsos dolores y las sensaciones desagradables en la zona del corazón, pueden aparecer también en algunos principiantes del AE. De acuerdo con mis observaciones, esto suele ocurrir en personas excitables y desconfiadas que toman el AE con mucho celo, pero no consiguen librarse de un temor subconsciente. En estos casos recomiendo disminuir un poco la intensidad de los ejercicios (pero no la regularidad): simplemente, no esforzarse tanto ni sentirse presionado por lograr el resultado a toda costa. Por regla general, todos estos inconvenientes desaparecen rápidamente y sin dejar huellas.
En el AE usual no es necesario tener un trato especial con el corazón. Si éste se está quejando constantemente, y los médicos, después de búsquedas tenaces no encuentran nada, ello significa que las relaciones entre el corazón y el aparato emocional funcionan mal. A su disposición, pues, está el AE. Si relajar los músculos y la respiración no resulta suficiente, si tampoco sirven de ayuda las autosugestiones para producir calor, sobre todo en el brazo izquierdo, se puede recurrir entonces a fórmulas más precisas, como las siguientes:

Mi corazón funciona sosegada y uniformemente,
sosegada y suavemente,
sosegadamente y con precisión,
sosegadamente y con seguridad,
sosegada y vigorosamente,
a un ritmo uniforme de sosiego.
Me fío de mi corazón.


Si admitimos la “auscultación” del corazón, ésta debe hacerse con apacible alegría: escuche el ritmo de su corazón con afecto, como si estuviera escuchando una música agradable.

Mi pecho está desoprimido y relajado mi tórax.
Un calor me corre por todas las costillas,
siento un ligero calor detrás del esternón,
el lado derecho detrás del esternón se calienta,
la clavícula izquierda se calienta,
en el costado izquierdo siento un agradable calor,
está tibio mi hombro izquierdo,
bajo el omóplato izquierdo siento calor...


Concentrándonos de esta forma, el corazón se tranquiliza, se dilatan los vasos sanguíneos de la región cardíaca y somos menos propensos a los espasmos y a las malas pasadas que nos juega el sistema vascular.

Con nuestra propia mano

Es casi seguro que más de una vez Ud. ha observado en si mismo y en otras personas, que cuando una parte de nuestro cuerpo está contusa o adolorida, instintivamente llevamos la mano hacia esa zona, con el fin de sostenerla o de pasar la mano por la misma... La naturaleza misma nos sugiere el método para la autocuración: el calor de la mano y el masaje, al dilatar los vasos sanguíneos de la zona afectada, mejoran la circulación sanguínea y, además, amortiguan los impulsos que se dirigen al cerebro, mediante un estímulo leve y superficial. ¡Qué sensación de alivio se experimenta a veces si reposa una mano suave sobre la cabeza!.. Algunos médicos con tendencia a la curandería obtienen magníficos resultados curando con el método de “colocación de la mano” en el lugar afectado o cerca de éste: por muy ingenuo o primitivo que parezca este procedimiento a primera vista, lo considero bastante sabio, ya que en el mismo la sugestión psicológica se combina con la agradable y natural influencia que se ejerce sobre los vasos sanguíneos y los nervios de la zona en cuestión.
Pues bien, uno mismo puede hacer todo esto. Pero no se debe proceder en forma subconsciente, como se hace por lo común, sino con plena consciencia de la esencia del problema y, fundamentalmente, con la debida concentración.
Si este método se aplica con un poco de paciencia nos brinda importantes servicios en muchos estados desagradables, a saber: distintos dolores, espasmos, cólicos, picazón y así sucesivamente.
Se hace todo de una forma sencilla:

Ud. coloca su mano en el lugar requerido (por ejemplo, en el vientre o la región precordial) y provoca la sensación de calor por el método que ya Ud. conoce, empezando por la mano. Cuando la mano se ha calentado sensiblemente, comience a inculcarse la idea de que el calor que emana de ella se traslada al lugar necesario. La autosugestión puede estar acompañada de ligeros masajes.

Pronto Ud. sentirá que, en efecto, la parte del cuerpo situada debajo de la mano se calienta cada vez más y más, hasta experimentar la sensación de que su mano se ha convertido en una bolsa de agua caliente o en una cataplasma.
Si Ud. logra esto, los inconvenientes de carácter espasmódico (incluso aquéllos como el ataque de estenocardia) tienen probabilidades de desaparecer. A algunos pacientes míos, el método elaborado de “curación con la mano” los ha eximido del empleo de medicamentos. Por otra parte, este método, al igual que todos los demás, proporciona los mejores resultados aplicándolo por adelantado, es decir, cuando “atajamos” un estado negativo: en realidad, esta es la forma más provechosa de aplicar la mano.
Hemos llegado al mismo centro del AE. No está excluido que a partir de hoy haga Ud. algún descubrimiento interior que lo sitúe en el camino de la armonía tanto tiempo buscada; mas, tal vez, vislumbre solamente el destello de una débil lucecita y se encuentre nuevamente a tientas en la oscuridad... En cualquier caso que sea, no se forje ilusiones ni tampoco se desespere. El AE es un amigo suyo para toda la vida y es tan irrazonable no confiar en él como exigirle más de la cuenta. Como todo amigo, el AE necesita de su atención y se ofende cuando se le olvida, pues la tarea concreta de éste es recordarle y demostrarle que el más sabio, confiable e ingenioso Doctor se halla siempre a su lado.

Capítulo 10


Capítulo 12




Поделиться

twitter ЖЖ ВКонтакте Facebook Мой Мир Одноклассники

Rambler's
Top100


левиртуальная улица • ВЛАДИМИРА ЛЕВИ • писателя, врача, психолога

Владимир Львович Леви © 2001 - 2024
Дизайн: И. Гончаренко
Рисунки: Владимир Леви
Административная поддержка сайта осуществляется IT-студией "SoftTime"

Rambler's Top100