äîì ëåâè
êàáèíåò áçèêèàòðèè
êàôåäðà çàâèñèìîëîãèè
ãîñòèíûé òâîð
äåëî â øëÿïå
ãèïíîòàðèé
ãîñòèíàÿ
ôîðóì
ÂÎÒ
Ãëàâíàÿ ïëîùàäü Levi Street
twitter ÆÆ ÂÊîíòàêòå Facebook Ìîé Ìèð
ÊíèÃèä
ïàðê âëþáëåííûõ
õóäîæåñòâåííàÿ ãàëåðåÿ
àêàäåìèÿ ôîðòóíîëîãèè
äåòñêèé äâîðèê
ðàññûëî÷íàÿ
ñìåõîòàðèé
èçáðàííîå
ïî÷òà
î êíèãàõ

îáúÿâëåíèÿ

îá óëèöå


Levi Street / Vladimir Levi. El Arte De Ser Uno Mismo / Capítulo 13. EL INCONCEBIBLE ARTE DE VIVIR (la primera parte)

 

Capítulo 13. EL INCONCEBIBLE ARTE DE VIVIR (la primera parte)

Yo no hago milagros ni nunca he curado a nadie;
lo único que hago es enseñar a las personas cómo curarse a sí mismas.

Emile Cue



EL INCONCEBIBLE ARTE DE VIVIR


El AE en acción. Intercambio de experiencias personales: extractos de la correspondencia psicoterapéutica. Las relaciones humanas y la autovaloración. El destino y la voluntad. Trabajando con el doble interior. De cómo llegar a ser psicólogo en la vida. La sugestión anticipada. El triunfo sobre la desesperación. Una escuela de alegría.



Ante ustedes aparecerán fragmentos de comunicación psicoterapéutica con algunas modificaciones introducidas por el autor. Es razonable profundizar en ellas no sólo con el fin de encontrar algo que tenga relación con uno mismo, sino que también hay que reflexionar en otros casos y, además, familiarizarse con la técnica de la terapéutica misma, al menos en la variante epistolar... Escriben personas de diferentes edades y profesiones, nivel de instrucción e intereses diversos, pero a todas las une la aspiración de llegar a ser, con todo derecho, los dueños de su “yo”, a distintos niveles y con una comprensión diferente de la pregunta “¿para qué”. Esta correspondencia es algo así como un laboratorio colectivo. Algunos “corresponsales” han hallado por sí mismos interesantes métodos de autosugestión y originales combinaciones de los métodos del AE, exponen ideas curiosas y todo esto, incluso si a Ud. no le resulta útil en el orden personal, estoy seguro, sin embargo, que le dará ánimo y le mostrará cuántas cosas se pueden lograr en la labor de autoformación aunque al principio no prometa nada bueno. Tanto la ingenuidad como los errores son instructivos.
Por muy acertado que sea un consejo o impresionante la autoridad del que lo administra, sólo Uds. mismos podrán encontrar su “yo”, ya que “ser dueño de sí mismo” es una ciencia, en sentido general, y un arte, en sentido individual.

“...Se me ha hecho más fácil e interesante vivir...”

“ ¡Vladímir Lvóvich!
Discúlpeme, por haber demorado tanto tiempo en contestar, pero es que nunca hallaba la ocasión. Los asuntos personales me tenían tan aturdida que sencillamente no pensaba en otra cosa. Pero a Ud.,por supuesto, no es eso lo que le interesa saber, sino cómo van los ejercicios autógenos y cuáles son los resultados. Quisiera escribir de la mejor manera... Nuestro padre era un terrible beodo y un pendenciero. Hasta los 16 años no conocí ni una sola noche de tranquilidad, ni un solo día normal. Naturalmente, me sentía asustada y atemorizada. Todo me infundía un miedo cerval: las personas, mis jefes, cualquier contrariedad me abatía hasta caer enferma. Y esta situación continuó hasta que leí su artículo.
Escogí la fórmula que Ud. sugería:
“tengo el cuerpo caliente y pesado,
la frente fría...”
formalmente, soy tan perezosa que es rara la ocasión en que mi paciencia dura largo rato. Sin embargo, ya llevo más de un año practicando los ejercicios sin sentirme presionada en modo alguno.
Hay que decir que he obtenido éxitos significativos. No serán notables, pero de acuerdo con mi capacidad, representan mucho. Lo más importante es que se me ha hecho más fácil, sencillo e interesante vivir y mis relaciones con las personas se desarrollan sin dificultades...

Lora V.”



“... Aumento de la capacidad de trabajo
hasta una magnitud increíble...”

“¡Estimado doctor!
Hice un esfuerzo, reuní algunos datos y decidí escribirle.
En primer lugar, le diré sin más preámbulos que, partiendo de mi experiencia, se deduce claramente que el método del AE, combinado con el autoanálisis de nuestro estado y con la variación flexible de las fórmulas, constituye un arma muy poderosa para combatir el exceso de cansancio.
He tomado muchas cosas de los métodos suyos la principal es la influencia mediante la palabra.
He aquí mi método para eliminar el cansancio después de la jornada laboral: En caso de gran fatiga, adopto la postura de relajamiento — acostado — y en tal actitud me pongo a escuchar la grabación del texto en un magnetófono (yo mismo lo grabo).
La grabación dura 7—8 minutos. Las formulaciones principales son: “mi cuerpo está pesado, caliente, y mi frente, fría; estoy absolutamente tranquilo”. Placer respiratorio. El estado que se produce está muy cerca del nirvana.
Utilizando sus formulaciones, profundizo cada vez más el estado de sosiego, de satisfacción. El texto oral se convierte en melodías musicales, cuyo ritmo va aumentando de velocidad: desde un ritmo lento (como el vals— bostón) hasta un ritmo rápido (el “Sirtaki”). Mientras escucho la música, trato de sugerirme imágenes y de profundizar aún más mi estado hasta lograr un máximo de calma, calor y pesadez. Después hago ejercicios por el sistema de los yogas (según un plan de 20 semanas) y finalizo todos con música.
Entérese de una cosa sorprendente: ¡logré aumentar mi capacidad de trabajo hasta una magnitud inverosímil para mí!
Y no disminuye cuando estoy en el trabajo...

Andréi D. ” 



“Lo principal es atrapar la sensación...”

¡Estimado Vladímir Lvóvich!
Hace ya más de un año que practico el relajamiento psicológico por el sistema de autoentrenamiento. Vivo en el Extremo Norte y trabajo en condiciones duras y difíciles: en el verano tengo que soportar un calor de hasta 35°C luchando contra los mosquitos, y en el invierno, un frío de más de 45°. En días alternos trabajamos doce horas y ocho horas en el invierno, bajo el frío. Es natural que uno se canse mucho, tanto física como psíquicamente.
A partir de marzo de 1970 comencé a practicar el relajamiento por el sistema de autoentrenamiento. Al cabo de tres meses sentí un alivio notable y a los cinco meses, después que terminaba mi turno de trabajo, podía recorrer unos diez o quince kilómetros y sentirme bien. En un tiempo muy breve puedo relajarme por completo (a medida de la percepción); todos los días realizo el autoentrenamiento y un minientrenamiento varias veces. Presto especial atención al relajamiento del rostro y de los ojos. No me he ocupado de perfeccionar la respiración porque todos los días efectúo carreras a campo traviesa de cinco a quince kilómetros. No bebo ni fumo: tal vez esto me ayuda a armonizar con el autoentrenamiento. El relajamiento total lo realizo con éxito. Al principio me dormía y no podía llevarlo hasta el final, pero ahora me sale bien. Durante uno o dos meses no se logran buenos resultados, pues se necesitan muchos días de entrenamientos serios. Lo principal es atrapar la sensación. Todo el rayo de la atención debe estar puesto en uno mismo. No se logra todo de golpe, pero no hay que desesperarse. El método de relajamiento es individual y hay que hacer un esfuerzo para encontrarse y descubrirse a sí mismo. El que experimente el relajamiento muscular y la alegría que produce el mismo, jamás dejará de practicarlo...

D.L., un obrero.”



Por supuesto, es agradable recibir cartas así y el lector ya se habrá dado cuenta de que el autor no se abstuvo de utilizarlas como una forma de propaganda del AE. Sin embargo, nuestro objetivo no es éste, sino profundizar en lo esencial y prestar una ayuda concreta. Si a todo el mundo todo le resultara fácil, es poco probable que hiciera falta este libro.

Alianza con la emoción
(carta con comentarios)

“...Me había preparado para una importante intervención donde tenía que hacer uso de la palabra delante de un público. Ya había pensado lo que iba a decir y el material me lo sabía de cabo a rabo. Para tener éxito, lo que me hacía falta, en primer lugar, era permanecer lo suficientemente tranquilo y liberarme de las ataduras de la tensión. Y esto no bastaba. Me hacía falta concentración, seguridad, entusiasmo, rapidez de reflexión ideas, inspiración... En cuanto a la serenidad, sólo necesitaba un mínimo, pues no se puede ser flemático en la tribuna...
Puse a funcionar el AE: relajamiento, eliminación de emociones... Me sentía absolutamente tranquilo y ni una sola de mis venas temblaba...
... Pero, ¡ ay de mí! No había hecho mi aparición en la tribuna, cuando ya había perdido el contacto con el público. Repentinamente, se había apoderado de mí nuevamente esa maldita sensación de estar atado, neutralizando todas mis brillantes fórmulas con las que, aparentemente, estaba compenetrado por entero. Los diez primeros minutos estuve mascullando cosas con un ritmo monótono, me comía las palabras, perdía el hilo de las ideas y sentía que la  atención del público se escapaba. La parte restante del discurso la mutilé... ¿Qué hacer ahora? Este fracaso me va a estar golpeando, seguirá alimentando mi inseguridad y contribuirá aún más a producir resultados negativos en la autohipnosis. Maldita subconsciencia. Al parecer, algún paso que fue omitido...

K.D., maestro”


En efecto, las fórmulas eran perfectas y, sin embargo, hubo algo que no funcionó... Estas situaciones las conozco bastante bien: cuantas veces se quiera y con la seguridad más absoluta nos imaginamos un éxito brillante, y justamente en el momento decisivo, perdemos la cabeza, cedemos terreno y nos sentimos abatidos... Y, por el contrario, algunas personas, cuando tienen que comparecer en público en circunstancias importantes, están a punto de perder la cabeza debido a un estado de desesperada ansiedad, pero en el momento que hace falta se las arreglan no se sabe cómo y salen del trance excelentemente. Tanto en un caso como en el otro, estas personas no se percatan de cómo fue que ocurrieron las cosas.
Y, probablemente, sólo el ojo de un experimentadísimo psicólogo puede notar que esta seguridad que uno se infunde carece de cierto toque final, de ciertas notas que se escapan (posiblemente, las mismas que están ausentes en el perro que ladra con furia y que, no obstante, tiene miedo). Tal vez, sólo el fisonomista sagaz vea en esta seguridad una compensación convulsiva, un disfraz subconsciente con el que uno encubre un estado contrario. Esta seguridad era fingida, no exteriormente, sino interiormente, o sencillamente no era lo bastante profunda y por eso no eliminó, sino que sólo tapó con leños secos un carboncito de incredulidad que ardía levemente en alguna parte y que se inflamó en cuanto sopló el viento de la situación real. Y viceversa, en el caso de la intensa inquietud previa que se resolvió felizmente, es probable que existiera cierto apoyo oculto en el interior...

“Ahora me queda una salida: comenzar todo de nuevo.
...Sí, todo de nuevo. Como si nada hubiese ocurrido. Mantener a cada segundo una vigilante seguridad. Desarraigar de mi mente la más insignificante auto sensación de triunfo, pues he tenido unos que otros éxitos en la vida aunque hayan sido minúsculos y todavía no ha existido la persona a la que nunca nada le ha salido bien. No tiene ningún sentido que invoque fórmulas reiteradamente si éstas no están respaldadas por una confianza única en mí mismo, si no albergo la sola y única convicción de que “dan resultado”. Debo acariciar el triunfo antes de que se produzca, es decir, anticiparme al mismo. La idea de que “da resultado” tengo que cultivarla en mí por todos los medios posibles y comparecer en público todas las veces que se presente la posibilidad...”


Estas palabras ya se acercan más a lo que hay que hacer. Recordemos todo lo que se ha dicho acerca de las sobrevaloraciones y los valores elevados en los capítulos 2 y 3 y el cuadro de los hechos internos, en este caso y en otros similares, se hará más claro. En efecto, se trata de un estado paradójico: “ojalá que no...” es una frase que entraña un temor subconsciente, desplazado antes de tiempo; un temor a la caída, a la derrota, a ser subestimado por las personas que nos rodean y a las que damos más importancia de la cuenta y, finalmente, el temor al temor mismo, que es el más traicionero... El efecto disociador del AE, el relajamiento fisiológico respecto al exceso de tensión emocional, la movilización de la voluntad, del tono: todo esto hace bien y es correcto, pero no basta, ya que el AE lucha por lograr lo óptimo en condiciones extremadamente desiguales; necesita, además, un apoyo interno de otra índole.
Habiéndose observado a sí mismo y a los demás en situaciones consideradas más importantes de lo debido, Ud. podrá notar que cuando mejor salen las cosas es al estar presentes dos estados de ánimo básicos que, al parecer, son totalmente opuestos, pero que en cierto sentido coinciden. El estado de ánimo del primer tipo se puede denominar autosuficiencia”. En este estado, el individuo actúa conforme a las circunstancias, conociendo perfectamente la importancia que tienen determinados actos para tales o más cuales fines; se muestra despierto, alerta, preparado, etc. Naturalmente, tiene emociones, pero a pesar de eso, el verdadero “yo” interno que está en lo profundo de su ser, no se identifica con lo que este individuo hace y siente, no lo afectan los juicios positivos o negativos, la derrota o la victoria. Tal parece que estuviera desdoblado en dos personas: una que actúa, lucha, piensa instantáneamente, pronuncia un vehemente discurso, etc., y otra que ni siquiera comenta lo que ocurre, que ni observa siquiera: a ésta todo le da igual; vive, sencillamente, a su manera y si hay algo que le preocupa es que no la dejen ser como es. Y esta primera persona que actúa se preocupa y se agita, es obediente y se puede mandar a trabajar. (¿No le pasa a Ud. eso, aunque raras veces?..) Es sorprendente, pero precisamente este “desdoblamiento” con frecuencia lleva al éxito en los asuntos más arriesgados. Así se sienten muchos grandes actores que interpretan papeles diferentes: frialdad y pasión al mismo tiempo, plena identificación o total indiferencia con relación al personaje. Así suele ocurrir cuando alguien, en la realidad o en la imaginación, lo ha perdido ya TODO y se ha despedido de la vida, pero cree posible que todavía puede hacer el papel de que está viviendo: esta es la misma sensación que el autor de la carta experimentaba algunas veces, después de sus desafortunadas comparecencias en público...
Yo denominaría a este estado la soledad de la fuerza interna o el límite de la independencia interna. Pero no importa cómo se le llame; estoy seguro que para el lector reflexivo ya está claro lo fundamental. A ciertas personas este estado les es propio como cualidad permanente: son almas fuertes e independientes, siempre cerradas y autosuficientes en lo más profundo de ellas. Esta autosuficiencia es justamente una coraza que las protege de los estados paradójicos y sus funestas consecuencias: así ninguna sobrevaloración del exterior puede abrir una brecha en lo que estas mismas personas sobrevaloran para sí. Pero no vamos a discutir si es bueno o malo ser así; estas personas “dobles”, que precisamente son independientes por su interna dualidad, pueden ser excepcionalmente atractivas y también repulsivas: todo depende de en cuál sistema de valores y de cuál de estas dos personas actúa en ellos...
El otro tipo de estado de ánimo puede denominarse “fusión” o “autoentrega”. Aquí sucede todo lo contrario: el individuo mismo no existe para sí; no sólo es único e íntegro, sino que sencillamente no vive para sí mismo y, al mismo tiempo, se siente como un todo, pues a través de él — por su autosensación — actúa cierta fuerza superior. Algo similar se apodera de los impetuosos oradores, de los inspirados pintores y de los músicos. Probablemente así — en el momento supremo — se sentían los antiguos profetas y los luchadores fanáticos; así el sentimiento de la tierra y de la familia lanza a los hombres al combate; así el amor rige el alma y el cuerpo y aquí no hay lugar para valoraciones, emociones y resultados: el elemento de la autoentrega no conoce cálculos ni se prevé a sí mismo.
... ¿Qué es, pues, lo mejor para Ud.? Trate de buscar, de probar, de profundizar... Podemos señalar sólo una cosa: todo lo difícil se logra mucho mejor cuando el hombre está libre de sí mismo (éste es el punto de coincidencia de los dos estados de ánimo básicos de los cuales acabamos de hablar).
Regresemos, pues, al terreno de la psicotécnica rutinaria. No será una novedad lo que voy a decir, pero, de todos modos, lo mencionaré: a veces es útil consumir por anticipado una tensión, sacarla a la superficie y hacer que reaccione, para que ésta, comprimida como un muelle, no salte en el momento más inoportuno. Con frecuencia, artistas eminentes se sienten presa de una emoción preescénica muy fuerte. En estos casos, generalmente n0 se oculta la emoción, sino que,  por el contrario, el actor la utiliza para “atemperarse”. En los ejercicios psicoterapéuticos a veces aplico el método de lo grotesco: se le propone al paciente que experimente y exprese de la forma más completa y nítida posible aquellos estados de los cuales ansia librarse; por ejemplo, el temor a las calles y a las plazas, el temor por la salud... Y no son raras las ocasiones en que estos estados desaparecen en forma paradójica.
Por tanto, para todos los que se emocionan excesivamente: el relajamiento anticipado combinado con la autosugestión le ayudará a disminuir la emoción hasta un grado completamente tolerable. Trate de mantener el relajamiento en una situación difícil. Predisponga de antemano su estado de ánimo “por arriba” y “por abajo”, convierta el estado de ánimo en un sistema.
Pero:
No trate de no emocionarse; esto es engañarse inútilmente a sí mismo y sólo hará que aumente la emoción que se deriva de ello. Su tarea no consiste en eliminar la emoción, sino en lograr que ésta le ayude.

Sobre el silencio y otras muchas cosas

En la psicología práctica, probablemente más que en algún otro lugar, todo tiene relación con todo y una cosa se deriva de la otra. Tomemos un hombre completo, de arriba hasta abajo y resulta que siempre es una concentración única de las fuerzas de la naturaleza, de influencias de la sociedad, de herencia histórica y cultural, pero, sin embargo, siempre es una variación de un tema ya conocido... Cualquier caso particular, visto en su profundidad, resulta un caso general. Lo que ahora nos ocupa se puede denominar el álgebra de la armonía espiritual. Cada cual posee su irrepetible ecuación personal de “n” incógnitas y ésta sólo se puede resolver si se tiene el conocimiento de las reglas generales y de sí mismo. Veamos otra carta enviada por una de las tantas jóvenes lectoras que existen por miles y millones y la carta-respuesta dada por el médico, conforme a las necesidades y al nivel de la destinataria... La esencia es la misma: la paradoja de la sobrevaloración requiere soluciones paradójicas, pero la vía a seguir en cada caso es individual.

“¡V.L.!
Hace tiempo que tenía que escribirle, pero no acababa de decidirme. Ahora comprendo que mi situación es de lo más desesperada y terrible. Hace poco leí que existen muchas personas tímidas, pero todavía no he encontrado una como yo. En la escuela me cohibía delante de mis amigas con respecto a los muchachos, mejor no hablar. Temía salir a la calle y trataba de pasar de prisa por delante ¿le un transeúnte cualquiera. Me conformaría con sentirme cohibida y temerosa delante de todos, si al menos no fuera tan tonta y poco conversadora. No se ni comprendo nada. Mañana empezaré a trabajar en una biblioteca, pues ya terminé la escuela de educación cultural, pero no me considero apta para nada ni
podré hacer nada Dicen que el rasgo de la inteligencia es la habilidad de conversar. Pero yo siempre estoy callada... Me reprochan que sea callada, tímida, poco locuaz. ¿Qué debo hacer? Soy muy desatenta y pienso que se debe a falta de inteligencia. Si yo supiera razonar, le prestaría atención a todo. Tengo 20 años y no tengo amigas ni compañeros; me aparto de todos', una risa ajena o una voz fuerte me perturba. Si yo supiera por qué siempre estoy callada Sólo con mi mamá puedo conversar de todo. En sociedad, incluso en un grupo de tres personas, todo se me va de la cabeza, pierdo la capacidad de comprensión y hasta me cuesta trabajo seguir el hilo de la conversación, sin hablar ya de participar en ésta. No puedo comprender: soy tonta y por eso no hablo o esto se debe a que temo a todos. O quizás sean ambas cosas... ¿Se puede de alguna forma arreglar mi situación? ¿Por qué soy tan abatida? ¿Existe alguna forma de ayudarme?

(firma ilegible)”



“Desconocida Lectora:
Tengo el placer de informarle que no sólo la habilidad de conversar es un rasgo de la inteligencia. Pero, bueno, vayamos al grano. He aquí la receta principal que la recomiendo: tómese la libertad de sentir temor.
¿Le parece extraño?
Ud. quiere dejar de sentir temor y de pronto le recomiendan que abandone ese deseo. Ud. ansía aprender a relacionarse, encontrar amigos y amigas y yo le propongo que deje de ansiarlo.
... Ud., naturalmente, sabe que una persona situada a gran altura siente mareos cuando mira hacia abajo, que se puede pasar por un tablón estrecho puesto sobre la tierra o suspendido al menos a un metro del suelo, pero que es imposible pasar ¡por el mismo tablón! si éste se encuentra más allá de cierta altura crítica: la altura del peligro. Hay acróbatas-equilibristas y existe la profesión de montador en obras de altura, y todas estas personas lo primero que deben hacer es acostumbrarse a las alturas. Ellos le llaman a esto simplemente “olvidar”. Al principiante le cuesta trabajo, a veces demora tiempo... Y en realidad, desde luego, nadie se olvida de las alturas: simplemente, para aquellas personas que se acostumbran, la altura se vuelve una cosa rutinaria, como si no existiera, no provoca emociones, sino que la atención se concentra en el trabajo; de otro modo, sería imposible trabajar. ¿Estamos de acuerdo?
Ahora es fácil comprender que en sus tormentosas relaciones sociales o entre personas poco conocidas, Ud. se halla constantemente en la situación del principiante de las alturas.Todos a su alrededor trabajan tranquilamente (o conversan) y Ud. se aferra febrilmente a cosas hueras, ¡ni siquiera a reflexiones! Ud. intenta pasar por el tablón levantado a una altura increíble... Pero el “tablón” en el caso suyo es la importancia que tiene para Ud. la conversación. Es decir, cómo Ud. (a su modo de ver) luce, cómo se comporta, cómo razona, si es inteligente o tonta a los ojos de alguien, si agrada o no agrada... ¿No es cierto?
Pero yo le propongo bajar el tablón, o sea, aprender a estar callada.
“... ¡Qué me dice! Pero si yo sé hacer eso. ¡Y más de la cuenta! ..”
Pero yo afirmo que Ud. no sabe. No me refiero a conversar, sino precisamente a guardar silencio. ¡Ud. no sabe! Me explico: precisamente cuando está acompañada, cuando trata a personas poco conocidas. Sin embargo, con su mamá, Ud. sabe hacerlo.
¿Le revelaré un secreto si le digo que existen por lo menos dos modos de estar callado: uno fácil y otro difícil? La diferencia entre ellos es la siguiente: el silencio fácil es el que nosotros adoptamos como el debido, como el natural (no hay conversación, no hace falta hablar y se está bien así), pero el difícil es aquél contra el cual luchamos, el que produce tensión, del cual deseamos salir...
¿Y no ha notado (precisamente cuando Ud. se comunica con su mamá) que del silencio fácil se origina sin dificultad una conversación, espontáneamente, sin que lo notemos?
¿Y que el silencio pesado de una persona agobia a la otra, mientras que el fácil produce un efecto contrario?..
Esto no es una revelación: la cualidad más preciada de un interlocutor es saber estar callado, pero con el silencio fácil que significa saber escuchar, con ese silencio fácil que libera...
Su tarea, por tanto, es convertir su silencio de difícil en fácil. Nada más...

“Hoy, mi objetivo principal y sagrado es el Silencio. Voy a deleitarme con el Silencio; voy a regalarlo a la gente, la cual me quedará agradecida por esta porción de tranquilidad, por esta atmósfera en que flotarán sus palabras y pensamientos. Mi Silencio será igual que el agua tibia y apacible, será descanso, alegría, luz, bálsamo...”.

Con este estado de ánimo — no es indispensable que use las mismas palabras — pero con este espíritu y, sobre todo, con   a b s o l u t a   c o n f i a n z a, acérquese a las personas y tómese la libertad de guardar silencio delante de ellas, impóngase esa obligación. Que el Silencio se convierta en su causa y en su orgullo y Ud. incluso no tendrá idea de cuántas cosas nuevas descubrirá para sí, ni hasta qué punto se libera a sí misma y a los demás.
Le doy un 100% de garantía: no escuchará más reproches relacionados con su timidez y poca locuacidad. Deléitese, pues, con el Silencio, Desconocida Lectora, y ofrézcalo a la gente. Al fin y al cabo, no en balde se dice: el silencio es oro...
Por consiguiente, el primer paso es imponerse el compromiso de callar y de hacerlo con placer... Pero, claro, todo tiene un límite: llegará el momento inevitable en que las reservas de su Silencio se agoten y Ud. sienta deseos incontenibles de hablar. Es entonces cuando inesperadamente para Ud. misma, adquiriría el don de la locuacidad y la capacidad para todo tipo de razonamiento. Todo esto lo posee Ud., pero está aprisionada y continuará así hasta que Ud. no se haya liberado a sí misma. Si al menos se convenciera Ud. sinceramente de que callar es algo maravilloso; que las relaciones con las personas son útiles en cualquier caso; que es indiferente si Ud. le agrada o no a alguien y que lo fundamental es que las personas le agraden a Ud., pronto se sorprenderá Ud. misma: como si se hubiera una compuerta en su interior, las palabras y pensamientos fluirán en torrente ininterrumpido y me temo que al principio le costará trabajo ponerles freno...
Por otra parte, tanto su inteligencia como su atención se despertarán. Porque la causa fundamental de su falta de atención no es la “carencia de inteligencia” ni la incapacidad de razonar, sino esa constante e hiperintensa concentración en sí misma. La atención suya sencillamente está ocupada y Ud. no la deja que se ocupe de lo que debe ocuparse cuando se relaciona con la gente. ¿Ocuparse de qué? Pues de las demás personas, de sus compañeros, interlocutores, conocidos o desconocidos, de los sentimientos e ideas de éstos. Ud. nunca en su vida se ha tomado la molestia de observar a fondo a la gente y por eso no ha encontrado a otras personas iguales que Ud.: ¡sin embargo, existen por montones! ¡Ud. no las ve y las tiene al lado! Y estoy seguro de que algunas de ellas le envidian tan erróneamente como Ud. a
ellas...
Está perfectamente claro que las personas la colocan a Ud. en un estado de tensión mórbido y la perturban porque Ud. no se interesa en ellas y, por tanto, no siente afecto por ellas: simplemente Ud. no tiene tiempo para eso. Pero, ¡por Dios!, no vaya a pensar que la estoy recriminando por insensibilidad, egoísmo o egocentrismo premeditado: desde luego que no. Ud. no se concentra en sí mismo intencionalmente, sino que esto ocurre espontáneamente, independientemente de su voluntad, sin que Ud. se de cuenta: esto hace que Ud. se sienta amordazada y que su obstinada y desconfiada subconsciencia le apriete más el nudo... De manera que si ya hemos aclarado en qué consiste el problema, ¡empiece a aflojar el nudo! Ud. se volverá atenta y, además, encantadora: pero eso ocurrirá si Ud. se esfuerza por poner toda su atención en los demás. Dondequiera que Ud. se encuentre, no importa con quién Ud. se relacione, su preocupación fundamental debe ser comprender a la gente, entender su mundo interior, sus vivencias, preocupaciones e inquietudes. Formúlese innumerables preguntas sobre las personas y busque las respuestas en las observaciones y en las comparaciones, en los libros y en los destinos humanos...
En otras palabras: hágase psicólogo. En efecto, ¿puede haber algo más interesante y útil que un psicólogo de la vida? Esa libertad de callar que Ud. misma se ha dado, le vendrá como anillo al dedo...
Por tanto, empiece a guardar silencio de una forma diferente. Ni Ud. ni yo somos tan ingenuos como para pensar que después de leer esta carta, incluso con una cabal comprensión de la preciosa esencia del Silencio, Ud. se convertirá al instante y sin que tenga que salir de su casa, en una virtuosa de las relaciones sociales. Durante algún tiempo determinado, seguirá experimentando temor y torpeza, perderá el hilo de las conversaciones y le compañará esa sensación de embotamiento e inutilidad... Estos estados también a mí me son familiares, incluso ahora que han quedado atrás los años en que estas crisis eran más que corrientes: basta sólo que me ponga a mirar las musarañas y permita al “tablón” del egocentrismo que se levante un poco más de la altura crítica... Todos estos “atractivos” que encierra la palabra “timidez” estarán alerta mientras Ud. no se acostumbre a la “altura”, hasta que su misma subconsciencia le diga a Ud.: “¡Pero si es de lo más fácil, te lo aseguro!...” Por lo tanto: 1) relaciónese todo lo más que pueda; 2) alégrese cada vez que tenga la posibilidad de conocer personas y de ejercitarse en el trato social; 3) prohíbase ambicionar cualquier tipo de éxito en las relaciones sociales; 4) libérese del “temor a] temor”. El miedo, como un cobarde perro de corral, corre sólo detrás de los que le huyen, pero retrocede cuando uno le hace frente...
...Ya conocemos el “tronco”, el “tablón” y, además, una variedad de esa fórmula universal de redistribución de valores: la fórmula No. 1, para todo el que desee librarse de la mala suerte, de las tonterías y de la sensación de impotencia en las esferas más importantes de la vida. En el caso concreto que nos ocupa, la cuestión consiste en no atribuir demasiada importancia al “éxito en las relaciones” y aumentar el “interés hacia las personas” para que el resultado (el cual no debe desearse, ¡y ahí está el punto difícil!) se traduzca precisamente en un éxito en las relaciones.
Decía Stravinski: “El arte es algo así como reparar barcos viejos”. Lo mismo se puede afirmar del arte de dominarse a sí mismo: la sabiduría de antaño alcanzada requiere una incesante renovación creadora y cada cual debe inventar su propia bicicleta. ¿Habrá que explicar, además, que no hay ni puede haber una Gran Alegría sin Grandes Sufrimientos y que incluso los Pequeños Goces están preñados de Grandes Contrariedades?
El Kharma-Yoga contiene un sorprendente consejo para los padres. Trate a sus hijos como si no fueran suyos, recomiendan los yogas (sin presuponer, desde luego, que a los hijos de los demás hay que tratarlos mal). Compórtese con ellos como lo haría, por ejemplo, una concienzuda niñera invitada a trabajar con niños. Esta es solícita, bondadosa y previsora, pero éstos no son sus hijos, no son sangre de su sangre, no es único el rayo de sol en su ventana, no son el ombligo del mundo... “El niño es un huésped en la casa” — afirman los hindúes. El sentido de esta afirmación reside, por lo visto, en que el niño tiene derecho a que se le respete, en que su vida no puede ser adaptada a la de sus progenitores, en que éste sólo pertenece, en resumidas cuentas, a sí mismo y a la Vida Unica, como afirman los yogas.
No hay dudas de que este consejo encierra una fina sutileza. Parece algo imposible, contranatural, eso de tratar a los propios hijos como si fueran los de otros. No obstante, si funciona   l a   d i s p o s i c ió n   d e   á n i m o, se encontrará la medida que se busca y esta valoración se colocará justamente en el término medio donde se halla la verdad: el excesivo amor hacia el niño perderá su carácter despótico y ciego. Esta misma sutileza se observa en la recomendación siguiente: “trata a tus conocidos como si fueran desconocidos y a los desconocidos como si fueran tus allegados” y serás la persona más encantadora del mundo. ¿Deseas pros-  perar en una actividad? Haz todo lo posible por lograrlo, pero renuncia a la propiedad moral del resultado. Al cumplir tu deber, reconócele también ciertos derechos a la fortuna ...
Disminuir o aumentar la importancia de las cosas, subir o bajar el “tablón”: eso es precisamente el arte de dominarse (“arbitrariedad”, como se expresó el más joven de mis lectores, un niño de diez años. Asimismo, el conocimiento, o mejor dicho, el sentido exacto de cuándo hay que disminuir o aumentar esa importancia, representa la sabiduría. En cuanto a por qué lo más difícil de todo es mostrar esa sabiduría en los asuntos propios, espero que ya haya quedado aclarado del todo.

¡ Coleccione valores con tiempo!

Esto hacen los niños que les interesa todo lo que en el mundo existe; los cónyuges que engendran más de un hijo; los coleccionistas; los que reúnen en su casa animalillos diversos para procurarse todo género de pasatiempos; los que se entregan al arte, la ciencia o a cualquier actividad que rebasa el marco de lo personal. Digamos también de paso que también son aquellos individuos a quienes se les reprocha el ser superficiales, incoherentes o inconstantes: son felices naturalezas sanguíneas.
La idea está clara: se necesita un fondo de reserva de los valores internos. Se necesita también una reserva intangible... Si el sanguíneo salta de un valor a otro, de éste a un tercero y así sucesivamente; si el flemático escoge un valor elevado como la experimentada ama de casa las verduras y lo guarda amorosamente en el banco del sentido común, ¿qué han de hacer entonces los coléricos y melancólicos para quienes todo es de verdad y para siempre, mientras que el péndulo a cada instante está presto a desprenderse del “clavo” y hundirse en la vorágine del infierno?
Cuando en estos últimos se desploma un valor elevado como el amor o el prestigio, por ejemplo, aparece fácilmente lo que en psiquiatría se denomina “hermetismo depresivo”: una sobrevaloración negativa se propaga por el cerebro como fuego infausto y entonces, repentinamente, mata por dentro todos los valores a la vez sin excepción de límites; es el fin de los objetivos, de los anhelos e intereses: se pierde el sentido de la vida.
Voy a aventurarme a sugerir otro consejo en ese arte de dominarse a sí mismo y el cual requiere un valor singular: concederse el derecho a la realidad interna. Sin inducirse a errores, hay que establecer consigo mismo convenios que tengan la fuerza de la convicción, como hacen los artistas y los niños, que conservan al actuar o jugar, tanto el sentido de la realidad como la verdad interna de las “circunstancias inventadas”.

... Apreciamos más la verdad que nos
enaltece que miles de verdades ordinarias


El ser humano necesita fantasía e ilusiones; lo importante es que aquéllas no le gobiernen, sino al contrario, y que mediante ellas se gobierne a sí mismo.
... No voy a decir cuántas personas resultan víctimas de la imaginación o de la falta de ésta, pero no hay tragedia que no se deba a una fatal sobrevaloración negativa, o lo que es lo mismo, a la fatal carencia de una positiva... No hace mucho charlaba con una joven de 18 años cuya vida le salvaron a duras penas en el Instituto de Sklivasovski; la abandonó su primer hombre. Yo pensé que se trataba de un seductor harto, pero era un muchachito tonto ególatra que recordó que lo primero que tenía que hacer era estudiar. Diagnóstico:   s u j e c i ó n   d e   v a l o r a c i o n e s. Una conciencia disminuida por una sobrevaloración en una chica normal... ¿Qué se le podía aconsejar? ¿Qué tuviera más cuidado al enamorarse?
Cuando se presenta esta situación las charlas son poco convincentes y los consejos resultan triviales. Supervaloración-Enamoramiento-Sentido de la vida — cuando no existe eso, cuando en la vida no hay un valor igual e incluso mayor en tus entrañas nace una muerte gris, una angustia que grita para qué vivir. Pero aquel que por lo menos sabe que el sentido de la vida depende también de él mismo, en el minuto fatal recibe un salvavidas.

Una escuela de alegría

Alegrarse de cosas insignificantes, alegrarse de todo, alegrarse de vivir es un arte sagrado y original que la infancia otorga. (Este también puede aprenderse de los animales; de los perros, por ejemplo). ¿Qué se hace de éste después? ¿Adonde va a parar? ¿Por qué sólo poco individuos lo conservan al arribar a los años de la madurez y contadas personas lo tienen al llegar a la vejez?
¿Será tal vez que “el mucho saber trae muchas penas”? Sí,  y eso también. También la esclavitud de las circunstancias, las desilusiones, la carencia de salud y el negro foso de la muerte...
¿Pero es sólo esto?
¿No nos despojamos nosotros mismos de la alegría debido a nuestro temor de experimentarla, a nuestra incapacidad para sentirla, a la ignorante y despectiva actitud que mostramos hacia ella? ¿Acaso no perdemos la costumbre de alegrarnos por nuestra propia voluntad, por una incomprensible terquedad o simple y llanamente por inercia? ¿No nos sometemos, por inconsciente sugestibilidad, a los enemigos de la alegría, escasos, pero temibles por su intransigencia?.. Estoy convencido de que la verdadera adultez sólo hace que aumente el número de alegrías posibles y descubre sus espacios cada vez nuevos. El arte inclusive, entre otros objetivos que se plantea, siempre ha tratado de enseñar al hombre a alegrarse, de volverlo a enseñar, agudizando el sentido de lo agradable, lo trágico y lo humorístico de la vida. Estoy dispuesto a firmar con las dos manos la afirmación de Paustovski de que la poesía y el entusiasmo de la vida son tanto más accesibles al hombre cuanto mayores (y para ser exactos, cuánto más profundos) sean sus conocimientos. Estoy convencido, además, de que la mayoría de las personas deja de alegrarse normalmente porque esto se considera incorrecto. Con bastante frecuencia ello se debe también a que se esfuerzan por estar alegres...
Como hombre que se ha ocupado mucho de los problemas del infierno y del paraíso que existen dentro del ser humano, quiero proponer otra vez al lector una fórmula de armonía espiritual que probablemente sea la más antigua: esté atento a sus alegrías, cultívelas como un celoso jardinero y no desdeñe nada, ni la más insignificante hierbecita. Cuanto más alegrías tenga Ud., tanto más alegrías regalará a los demás. Y tenga en cuenta que, en este caso, en evidente relación con los biopéndulos, actúa cierta ley que yo denominaría de jerarquía inversa. Consiste precisamente en esto: el “infierno” se subordina a la ley de la fuerza: un dolor terrible, por supuesto, actúa en nosotros con mucha más fuerza que un dolor insignificante. No ocurre exactamente lo mismo en el “paraíso”: allí el débil puede ser fuerte. La alegría, cuanto menor es, cuanto más insignificante es en apariencia, tanto más honda resulta, o para decirlo con más exactitud, tanto más segura es por su efecto. Pese a que se sabe que “las heridas de los vencedores cicatrizan con mayor rapidez”, también se sabe que las personas a veces mueren a consecuencia de inmensas alegrías. Los entusiasmos apasionados no se mantienen ardiendo por mucho tiempo y dejan tras de sí las brasas, mientras que las pequeñas alegrías crecen sin cesar y se sostienen a sí mismas. La “jerarquía del infierno” no está enteramente en nuestra conciencia: el dolor es el dolor (aunque en este caso actúa una poderosa autosugestión; por otro lado, la “jerarquía del paraíso”, a menos que hayan sido afectadas las zonas supramarginales, narcóticas, se halla totalmente en poder del entendimiento consciente.
No tiene sentido esforzarse por estar alegre: este acto forzado lo único que hace es empujar a un callejón sin salida y quebrar el frágil mecanismo interno (lo que les ocurre tarde o temprano a los narcómanos y alcohólicos). Al contrario, de acuerdo con la férrea ley pendular, para regresar a la posibilidad de sentir alegría es necesario sufrir mucho. No, al “paraíso” no se le puede forzar. Pero sí se pueden dejar entrar las alegrías y permitir que éstas florezcan. No dañar brotes tiernecitos y responder espiritualmente a sus llamamientos tímidos — escuchar y mirar...

En quien guste, en lo que guste
(ejercicios de transformación)

¡Lectores de la primera edición! Este fragmento ya debe serles familiar; se ha trasladado hasta aquí desde el principio del libro, donde se hablaba sobre la atención y la concentración. Con seguridad que tanto ustedes como los nuevos lectores han reparado hace rato que a menudo hago referencia a la experiencia de los actores. Ello se debe a que sencillamente amo el teatro y a que la labor de los actores es un campo infinito y magnífico de experimentos psicológicos del más alto nivel. Precisamente estoy escribiendo un libro sobre el entrenamiento histriónico (interpretativo), al cual, en los últimos tiempos le dedico especial atención. Mientras tanto, tratando de mejorar este libro, me transformo en lector, llegando a la conclusión de que es más lógico hablar sobre la técnica de la transformación — aunque sea con esbozos — debido a las dificultades que se confrontan en la comunicación social.
Empecemos por decir que el hombre es el único ser de la tierra dotado de la facultad elemental de modificar su punto de vista. Si no pudiéramos tan siquiera un poco transformarnos en otros — pensar, sentir igual que ellos, reproducir en nosotros sus vivencias, apreciaciones, decisiones, etc. — sería imposible la comunicación más allá del nivel animal o incluso vegetal.
Pero esa “transferencia” al “yo” propio, esa transformación e interiorización, no sólo son posibles con relación al ser humano. Uno también puede colocarse en el lugar de un animal y en el de un objeto (pues desde cierto punto de vista el hombre también es un objeto). La operación de identificación interior que se produce en este caso es esencialmente la misma.
Los ejercicios que a continuación siguen son útiles a todos, pero sobre todo a los que tienen el propósito de dedicarse al trabajo creador. Estos desarrollan la fantasía, la imaginación y ayudan a las autosugestiones de todo tipo, especialmente las relacionadas con la interpretación de papeles (del tipo “yo soy él”).

Sobre un anaquel se halla un libro. Mírelo atentamente y en torno al mismo habitúe la mirada al espacio contiguo. Haga cierto esfuerzo como si estuviera trasladando a este espacio, sin dejar de mirar, como si Ud. mismo se hubiera convertido, o mejor dicho, como si desde hace mucho tiempo, desde su nacimiento, Ud. fuera precisamente este libro. A partir de este espacio mire alrededor, trate de ver el mundo desde ese punto, desde la posición del libro.

Pues bien, ahora Ud. es el Libro, uno de los innumerables representantes de la tribu de los libros. Ud. tiene existencia propia. Mediante su materia, Ud. percibe el mundo a su manera. Ud. se encuentra en su anaquel; el límite de su “yo” es evidente — la superficie de la encuadernación — mientras que a su alrededor se halla un mundo de objetos móviles e inmóviles... El mundo de lo cercano y lo distante... El mundo de los contactos... El mundo de las Manos y los Ojos... Este es también el mundo de otros libros ... Pero Ud. no se relaciona con ellos; Ud. es algo aparte, como lo son todos ellos... Se siente apretado; por ambos lados le aprisionan las encuadernaciones vecinas... ¿No siente deseos de sacudirse el polvo arremolinado entre las páginas? No, Ud. está inmóvil y conserva una severa dignidad. Ud. sólo tiene dos funciones, dos estados: esperar y abrirse. Ud. espera, orgullosa y pacientemente, hasta que las Manos lo agarren, lo saquen del anaquel y lo abren... Es entonces cuando Ud. mostrará gustosamente sus páginas a los Ojos...
En forma similar “sea” una estilográfica, un alfiler (cito lo primero que ven mis ojos), el puño de la puerta, una lámpara, el filamento incandescente de un bombillo, un copo de nieve, el cielo, una hojita seca, una hojita verde... Conviértase en lo que guste y mientras más cosas Ud. sea, tanto mejor (pero no trate de imaginarse sólo tonterías como “yo soy una tetera”). Trasládese desde el principio al espacio del objeto y enciérrese dentro del mismo; trate de experimentar junto con él las influencias que actúan sobre aquél, de sentir su superficie, su masa, su he,chura, sus movimientos, su estabilidad e inestabilidad en diferentes situaciones; en una palabra, cierta ley interna, el carácter de la cosa. Para ello tiene Ud. suficientes reservas de impresiones sensoriales. Esta compenetración improvisada, imaginaria, semifantástica, puede desarrollarse interminablemente. Por supuesto, esto no es más que cierta modelación en el interior de su propio “yo”, de hecho, Ud. no se compenetra con el objeto, sino que es el objeto, mediante los esfuerzos que Ud. hace, el que se compenetra con Ud,. Ud. lo anima y lo identifica con una parte de su yo; aquél representa para Ud. solamente un pretexto para revelar ciertas facetas de su propia alma... ¡Y esto es justamente lo que hace falta!
Estos ejercicios son extremadamente atrayentes. Sólo al principio parecen difíciles y rebuscados, pero, luego, después de atravesar cierta barrera (Ud. simplemente regresa a la sabia libertad de la infancia encerrada en Ud. sin motivo alguno), la lógica de la compenetración se apodera imperiosamente de Ud., lo lleva lejos y crea la clara sensación de pertenecer a otra existencia. Los límites de su “yo” se corren; tal parece que recordara algo hace tiempo conocido, pero olvidado... Las cosas comienzan a contarle historias sorprendentes, a revelarle nuevas facetas del mundo y de Ud. mismo y hasta un hueco cualquiera de una mesita se convierte en testigo de una novela...
Basándose en las autosugestiones, la personificación misma les presta un servicio a éstas y bastante bien por cierto.
Para citar un ejemplo: Ud. se ha personificado en una hoja de papel limpia. Ud. es una hoja limpia, absolutamente blanca, en la que todavía no se ha escrito nada: ¡he aquí una magnífica imagen de liberación interna!

Voz de mi infancia
respira tranquila sobre un papel.
No te apures, no disperses las nubosidades;
Si puedes no escribas...
Aprende a leer las letras del silencio
Aprende a querer los tiempos de la desesperación...

Pase a las personificaciones mentales, compenétrese con los objetos que en este momento Ud. no ve y que solamente imagina...
¿Se puede estar aburrido a solas consigo mismo, si dentro de Ud. hay mundos y mundos y siempre existe la posibilidad de emprender un viaje? Ud. regresará con frutos que le ayudarán en el estudio, en las relaciones sociales y en el trabajo. La transformación puede incorporarse a cualquier autosugestión del autoentrenamiento, reforzarla y enriquecerla. Por ejemplo, si después de un buen relajamiento previo, Ud. se imaginó que es inglés, le resultará mucho más fácil asimilar la lección siguiente de dicho idioma; después de asumir que Ud. es un tigre, sentirá, en caso necesario, una afluencia de sana agresividad y de amor a la libertad, y después que Ud. se imagine ser su propio hijo, su esposo o esposa, su jefe, etc., podrá tener más éxito en sus relaciones con ellos.
Si tiene Ud. una vivaz fantasía, eso representa un tesoro para el AE. Al principio, transfórmese enseguida (“yo soy el sol”) y luego, añadiendo una nueva cualidad interna, produzca la autosugestión (“yo estoy fuerte y tranquilo, yo irradio calor y luz”).

Un doble infinito o breves instrucciones
para armar por sí mismo una personalidad

(de una carta dirigida a un hombre joven)

“... ¿En qué se basa la posibilidad de transformación?
En la materia prima de la infancia. En el hecho de que también en la personalidad del hombre adulto siempre hay reservas, un material no utilizado, esa arcilla con la que los papeles y circunstancias vitales van confiriendo una forma que se moldea poco a poco.
También se puede expresar de esta forma: el hombre es una película de muchas capas, en la que están filmadas ocultamente infinidad de cosas y los reveladores de esta película son otras personas, papeles y situaciones. Como conocen los fotógrafos, no es tan fácil encontrar un buen revelador...
El “yo” de Ud., por consiguiente, son las “n” posibilidades en vidas y papeles, de las cuales en cada momento se realiza solamente una. Y cada papel (padre, hijo, esposo, jefe, paciente, pasajero, comprador, etc.) organiza el material “yo” de una manera nueva; cada papel pone de manifiesto y refuerza unas propiedades y debilita otras.
Tener conciencia — y las más de las veces, sólo una vaga sensación de que el Yo realizado está infinitamente lejos del Yo posible, sirve de fuente de esperanzas y desilusiones, nostalgia y consuelo, sueños y suicidios... ¿Acaso no hablan de ello nuestro diario ajetreo, todos los momentos de lucidez e irracionalidad, todos aquellos casos en que nos comportamos y sentimos de una forma que a nosotros mismos nos sorprende? ¿Y qué decir de los casos patológicos, como el que se describe en una monografía especial donde se alude a una mujer que vivió 16 (¡dieciseis!) personalidades diferentes que no tenían absolutamente ningún parecido entre sí y durante largo tiempo ninguna de ellas conocía de la existencia de las demás? Después algunas de ellas se conocieron entre sí, comenzaron a cartearse (no podían concertar citas) y una de ellas (vestida de un joven) se enamoró incluso de otra (una muchacha oprimida por una mujer que existía en la misma personalidad). ¿Y el estado de hipnosis profunda en que una persona, mediante la sugestión, puede convertirse en niño o en anciano, en rey o en esclavo, en mujer u hombre (por el modo de comportarse)?..
El “material”, por supuesto, no es todopoderoso: es propio de éste que muestre inclinación hacia algunos papeles y repelencia hacia otros; la plasticidad del “yo” puede ser máxima y mínima. El espectro interno de las posibilidades interpretativas es amplio y diverso en un individuo y limitado y estrecho en otro; brillante, rico en contrastes y matices, en un caso; pobre y difuso, en otro, como si fuera de color gris. Pero el verdadero “yo” no se puede identificar con rasgos “permanentes” del carácter. (Lo más permanente en el hombre suele ser cierto balbuceo.) Nadie sabe qué cosa es “ser uno mismo”. Pero yo sé, por experiencia personal y profesional, que eso en lugar de ser lo más difícil, lo más imperceptible en nosotros, es lo que “puede ser” y, sin embargo, no “es”...
He aquí un método de autoperfeccionamiento que ha sido probado por mí y por un número considerable de personas:

Transformaciones escalonadas (doble infinito)

T r e s    a d v e r t e n c i a s:
1.¡No tema perder su “Yo”! Este siempre está cambiando accidentalmente. De ahora en lo adelante custodie en sus manos lo que le pertenece de derecho.
2.Deje que su fantasía se fortalezca y no tema que se desate su imaginación, pero tampoco se sumerja en un mundo de ideas abstractas: sin fatigarse, traslade la imagen creada a las circunstancias de su vida. Para sí mismo, Ud. no es Seriozha Ivanov transformado en El Tábano, sino El Tábano transformado en Seriozha Ivanov!
3.Un secreto personal: ¡nadie debe saber esto! Para el mundo Ud. continúa siendo Seriozha Ivanov, pero tenga la seguridad de que El Tábano se hará sentir en Ud.

Fase de montaje

Concéntrese diariamente unos 15 — 20 minutos (mañana — noche) en el nuevo “Yo”, es decir, esa imagen que posee los rasgos del ideal suyo. Imagínese cómo se comporta en circunstancias de prueba ESA PERSONA. Comience a desempeñar para sí el papel de aquélla, comience a ser aquélla. Lo mismo puede ser un personaje literario que un compañero concreto que Ud. conozca o — todavía mejor — una personalidad sintética, inventada por Ud., con su nombre y biografía. Conózcala, además, como conocería a un compañero o a un pariente cercano, con el cual Ud. debe convivir largos años en una habitación. Estudie esa personalidad, pruébela.

Fase de introducción

Simultáneamente comience estas autosugestiones:
... — Yo soy El soy Yo soy El — ... — Después de transcurrido un mes los resultados se percibirán totalmente y se iniciará la

Fase de revelación

...El doble se va convirtiendo en Ud. y comienza Ud. a notarlo por indicios absolutamente concretos que a veces no
han sido previstos del todo en la fase de “montaje”. Por ejemplo, si Ud. es tartamudo y el doble no, entonces su articulación tiene grandes posibilidades de mejorar. El doble puede sorprenderlo a Ud. por la capacidad que tiene de memorizar fácilmente los apellidos, cosa que a Ud. le resultaba difícil. ¿Qué su “Yo” original se sentía y se comportaba pésimamente en determinadas situaciones? Pues su doble se encarga de dominarlas fácilmente...
A d v e r t e n c i a    f u n d a m e n t a l
¡Guárdese de la idea de que así se convertirá Ud. en la Perfección! ¡No, y otra vez no! Esto sólo es un movimiento. El doble es una persona hecha del mismo material de que está hecho Ud., con la única diferencia de que aquél está rehecho de una manera distinta. El puede detectar las deficiencias que tiene, una parte de las cuales las hereda del “Yo” original que Ud. posee y otra parte, por voluntad propia. También el Doble puede mostrarse descontento de sí y eso es completamente natural: la tarea de éste y la de Ud. es seguir avanzado más lejos.

Fase de asimilación: transformaciones en cadena

... Pues bien, el Doble suyo tiene absolutamente los mismos derechos y deberes que su “Yo” original. Este, una vez que toma conciencia de sus imperfecciones, puede hacer uso, exactamente igual que Ud. lo hacía, de la transformación interna. De la misma forma que Ud., puede sintetizar un nuevo “Yo”—imagen y, como es natural, al hacerlo utiliza gustosamente la experiencia ya acumulada: el Doble No. 2 pasa a ser el Doble No.3... Es posible que el Tábano considere transformarse en Leonardo de Vinci. Bueno, eso es asunto de él; pero, de todos modos, no estaría mal que Ud. le confiriera desde el principio al Doble No 1 — además de otras cualidades — un sentido artístico interno. Este doble tiene una rica y audaz imaginación, es capaz de concentrarse largo tiempo en un nuevo “Yo”— imagen y siente con profundidad. ¡Feliz viaje! Su V. L.”

Cómo llegar a ser psicólogo

“¡Estimado doctor! Nuestra familia se trasladó para otra ciudad cuando ya estudiaba el octavo grado. En la nueva escuela comencé a notar que me resultaba imposible intimar con mis condiscípulos', trataba de ser sociable, pero con frecuencia no sabía de qué iba a hablar. Ahora ya estoy en el instituto y sigo confrontando la misma dificultad. Me impongo la obligación de conversar, pues no se puede estar callada siempre... Es extraño que en la escuela donde antes estudiaba tenía amigas. Es verdad que tenía sólo dos, pero eran excelentes y nunca experimenté la sensación de no tener nada que decirles. Sin embargo, ahora siento la necesidad de comunicar algo, mi voz suena falsa, insincera. Dicho simplemente: no puedo. Siento que todos me tratan con desagrado y tengo la seguridad de que por detrás de mí dicen cosas poco halagüeñas. Por mucho que me esfuerzo en ser más sencilla e interesante, no lo consigo, me encuentro en la más absoluta incomunicación. Yo misma me estoy controlando constantemente. Es casi seguro que Ud. me aconsejará “ser yo misma”. ¡Pero cuánto hace que trato de hacerlo! Y en general, ¿cómo “soy yo misma”! Necesito tener amigos, pero no sé cómo comportarme. En lugar de ser “yo misma, represento el papel de “mí misma”.
Dicen que soy egoísta, que pienso mucho en mí. Lo sé. Ud. seguramente dirá que es necesario pensar más en los demás, pero aquí está lo terrible, ¡pues yo ig-  noro cómo se hace Yo no puedo y no se tomarle aprecio a la gente. ¿Cómo hacerme cariñosa? Inclusive, si le doy consuelo a alguien, me pongo a pensar en la impresión que voy a producir exteriormente y en lo buena que yo soy. Soy una persona seca, incapaz de experimentar emoción alguna. ¿Cómo seguir viviendo?..

Olga S.”



“ ¡Olía!
Voy a repetir sus palabras: “Ud. seguramente dirá que es necesario pensar más en los demás, pero aquí está lo terrible, ¡pues yo ignoro cómo se hace!”
Ha adivinado Ud. correctamente lo que yo iba a decirle y, al mismo tiempo, ha mostrado aptitudes psicológicas. Me referiré al desarrollo de éstas, pues pensar en los demás, significa precisamente ser psicólogo, de grado o por fuerza. Lo primero que hay que hacer en este caso es confiar de antemano en sí misma.
Hablando en un sentido riguroso, el hombre nunca puede estar seguro de que hace una apreciación exacta de sí mismo, de la consideración que le guardan o de la opinión que los demás tienen de él. En primer lugar, porque los datos que nos suministran tal información suelen ser bastante pobres y deformes. En segundo lugar, porque la opinión se cuenta entre las cosas más variables de este mundo: hoy es una cosa, mañana es otra; pasado mañana, será esto, eso o aquello... Y la mayoría de las veces, hablando sobre bases absolutamente reales, la opinión es vaga. ¿Sabe Ud. con exactitud cómo Ud. misma trata a cada uno de sus compañeros de curso?
¿Por qué entonces no ha de creer Ud., aunque sea a título de prueba, que ya es capaz de producir una impresión favorable? Dice Ud. en su carta que antes tenía dos excelentes amigas con las cuales se sentía bien y sin dificultades: esto ya significa que Ud. es capaz de ser sociable, que puede intimar con personas. Ud. era capaz de eso, por la única razón de que lo daba por descontado, no le inquietaba, creía en eso y no sentía especial preocupación por el trato que le dispensaban sus amigas; con ellas no trataba de ser “más sencilla o interesante”, porque Ud. era precisamente así.
¿Qué ocurrió después, al trasladarse a la otra escuela?
Es fácil de comprender: en la nueva situación, ante nuevas personas, como le sucede a todo el mundo en estos casos, apareció en Ud. un estado de excesivo interés por la impresión que Ud. pudiera producir. Se encontró Ud. en una situación que en psicología se llama “situación de apreciación”. En tales situaciones son pocas las personas que se comportan con naturalidad y desenvoltura; la mayoría se siente justamente como dice Ud. de sí misma: hacen esfuerzos redoblados por desempeñar el papel de sí mismas”, son torpes, sienten que su comportamiento es de una falsedad insoportable y, paralelamente a esto, en la opinión de ellas “no experimentan ningún tipo de emoción”...
A esto lo denomino también “ilusión del novato”. Ilusión porque el 70%, si no más de las apreciaciones, opiniones y comentarios de toda laya, etc., que se atribuyen a los circunstantes son producto de la imaginación. En esta situación también es característica la sensación de “estar al descubierto”. En este estado, al individuo le parece que lo están viendo de lado a lado, que la gente se da cuenta de su turbación y fingimiento y que casi pueden leer sus pensamientos. En realidad, nadie sospecha de su estado y la impresión que él produce, lo mismo puede ser absolutamente normal que hasta algo “enigmática” y bastante sugestiva muchas veces, en virtud de esa ilusión que también padecen los circundantes.


Capítulo 12


Capítulo 13 (la segunda parte)







Ïîäåëèòüñÿ

twitter ÆÆ ÂÊîíòàêòå Facebook Ìîé Ìèð Îäíîêëàññíèêè

Rambler's
Top100


ëåâèðòóàëüíàÿ óëèöà • ÂËÀÄÈÌÈÐÀ ËÅÂÈ • ïèñàòåëÿ, âðà÷à, ïñèõîëîãà

Âëàäèìèð Ëüâîâè÷ Ëåâè © 2001 - 2024
Äèçàéí: È. Ãîí÷àðåíêî
Ðèñóíêè: Âëàäèìèð Ëåâè
Àäìèíèñòðàòèâíàÿ ïîääåðæêà ñàéòà îñóùåñòâëÿåòñÿ IT-ñòóäèåé "SoftTime"

Rambler's Top100